Mostrando las entradas con la etiqueta Poemas sobre el abandono en Dios. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Poemas sobre el abandono en Dios. Mostrar todas las entradas

Prisa

(Proverbios 21,5: Los proyectos del hombre laborioso son pura ganancia, mas el que se precipita acaba en la indigencia)
Hoy no ha sido un día bueno;
es tanto el ajetreo
que ya casi me mareo
y ya copio el ajeno
caminar en desenfreno.
¡Prisas; todo anda de prisa
y la gente hasta se pisa!
Muy cargada está la agenda
y no venden tiempo en tienda,
¡cuánta falta hace una Misa!

Abandono

(Salmo 121,3: El no dejará que resbale tu pie: ¡tu guardián no duerme!)
Todo te lo entrego,
Dios omnipotente,
cuerpo, alma y mente;
ya no exista ego
y que tu sosiego
siempre esté presente.
De Ti, dependiente
hoy, Señor, te entrego:

mis capacidades
y mis fortalezas,
junto a mis bajezas
y debilidades;

también abundancias
y las escaseces,
mis insipideces
y las inconstancias;

todo cuanto amo
y lo que detesto,
cuanto yo apresto
y lo que reclamo;

familia y amigos
con nuestros calvarios,
y los adversarios,
aun sean enemigos.

Me abandono en Ti;
míos sean tus planes,
y si hay volcanes,
estarás ahí,
Señor, junto a mí;
¡tuyos mis afanes!

Ya encontré el descanso:
¡paz en tu remanso!

Amén.

¿Te sientes de malas?

(Mateo 6,10b: que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo)
¿Te sientes de malas?
¿fortuna se ha ido,
ya no tienes tino,
te han dado la espalda?

¿Frustrado por todo,
al mirar la luna
no ves luz alguna
y escaso es el gozo?
¿Es todo ya soso,
se perdió la ruta,
la vida te abruma
con golpe tras otro?

No busques por fuera
causa y solución;
mira en tu interior:
ahí, flojas, hay tuercas.

Es tiempo de un giro,
cambio de actitud;
sacar ya la luz
que te trajo Cristo,
y hoy tienes contigo
guardada en baúl.

Respira profundo
y a Dios, gracias, dale
por buenos instantes
que han sido tuyos;
perdón por oscuros
disfrute en los males;
del bien, son distantes;
repulsa en conjuro.

Y reconciliado
con quien todo puede,
que sana y que hiere,
tú ponte en sus manos:
que ha seleccionado
lo que te conviene;
porque siempre, siempre,
el Padre de lo Alto,
a cada hijo amado,
lo mejor confiere.

Amén.

Siempre en Ti

(Marcos 5,36b: dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas»)
Siempre en Ti, Señor,
mi anhelo sea en Ti:
cuando Tú no estás,
yo te busque a Ti;
cuando Tú me hables,
yo te escuche a Ti;
cuando haya pecado,
me convierta a Ti;
en la confusión,
que yo crea en Ti;
cuando asome duda,
tenga fe en Ti;
en necesidad,
yo te pida a Ti;
cuando Tú demoras,
que espere por Ti;
en cada fracaso,
me refugie en Ti;
¿desesperación?,
yo confíe en Ti;
y siempre, Señor,
me abandone en Ti.

Amén.

Tú vienes de arriba

(Juan 3,34: El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida)
Señor, Tú vienes de arriba
como Palabra de Dios;
contigo me hablan los dos,
y no es para que la escriba,
es más bien que la suscriba
y convertirla en acción;
de Espíritu, dame unción,
que de la fe es el abono,
para, en tu voz, el abandono,
me lleve a la salvación.

Amén.

Como un pollito

(Lucas 13,34: ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste!)
Tuyo, de una nueva nidada,
yo quiero ser como un pollito,
un aprendiz, de los chiquitos,
que no sabe casi de nada;
y, cuando sale de tus alas
riesgosamente a lo proscrito,
atento acudes a mis gritos
y nuevamente me resguardas.

Amén.

Ansiedad

(De la poetisa argentina Marilina Rébora (1919-1999))
Ansia de estar un día en un puente de mando,
Recibir en el rostro el castigo del viento;
Sin ninguna arribada, por siempre navegando,
Sin dudas ni temores, cansancio o desaliento.

Y no saber siquiera en qué forma, ni cuándo,
Ha de concluir el viaje -en milagro de cuento-;
Ni cuándo retornar a este mi lecho blando,
Ni a la antigua ventana, ni al dorado aposento.

Acres de sal los labios, ruda racha en la frente,
Perdido el horizonte, sin destino la nave,
Sin nada que la guíe, sin nadie que la oriente,
Mecida por las olas, columpiada en la cresta,
Apenas sobre el mástil las alas de algún ave;
Sólo el rumor del mar, y Dios como respuesta.

Cancioncilla de la sangre de mi pensamiento

(Del español Ramón de Garciasol (nombre literario de Miguel Alonso Calvo (1913-1994)))
Sangre de mi pensamiento,
florido de alto silencio.

Háblame, Señor. Ya puedo
oír limpiamente. Verso

sin nacer, presiento
el levante de tu vuelo.

Hojillas del alma tiemblo,
amor: me sopla tu viento.

Ay, cómo te vivo, fuego,
en la sangre de mi cuerpo.

Ahora, Dios, el encuentro:
Morir en tu luz envuelto,
morir de verdad, en serio,
morir de dignidad muerto.

Blanca piedrecita

(De la poetisa argentina Marilina Rébora (1919-1999))
Lo he meditado mucho, Señor, aunque no espero
visión de corcel blanco o de espada en tu boca,
estrella o mar de vidrio -ni menos, candelero-:
quiero de Ti otra gracia y mi labio la invoca.

Quiero sí un nuevo nombre: el que nadie conoce,
únicamente sólo aquel que lo recibe,
para perfeccionar en infinito goce
lo que apenas el alma en sus ansias concibe.

Un nuevo nombre escrito en blanca piedrecita.
“¿Cuál será?”, me pregunto. Inútil responderme
pues lo susurra sólo el ángel que visita
las almas que Tú eliges para esta recompensa.
(Mientras se cumple el término, el espíritu aduerme
y la mente imagina, discurre, trama, piensa...)

Soliloquio

(De la española Sor Jerónima de la Asunción (1555-1630))
Vuestra soy, para vos nací;
¿qué mandáis hacer de mí?
Inaccesible grandeza,
eterna Sabiduría
y bondad del alma mía,
Dios, un ser, poder y alteza,
mirad la suma pobreza
de ésta que se ofrece aquí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Veis aquí mi corazón,
yo le pongo en vuestra palma,
mi cuerpo, mi vida y mi alma,
mis entrañas, mi afición;
luz, esposo y Redención,
pues por vuestra me ofrecí,
¿qué mandáis hacer de mí?
Dadme muerte o dadme vida,
salud o enfermedad
honra o deshonra me dad,
dadme guerra o paz cumplida,
que, medrosa o atrevida,
a todo diré que sí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza,
dadme gusto o desconsuelo,
dadme alegría o tristeza,
dadme infierno o dadme cielo;
vida dulce, sol sin velo,
pues del todo me vendí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis que me esté holgado
por amor, quiérome holgar;
si me mandáis trabajar,
morir quiero trabajando;
decí dónde, cómo y cuando,
decí dulce amor, decí,
¿qué mandáis hacer de mí?
Si queréis, dadme oración;
si no, dadme sequedad;
si abundancia o devoción,
o si no esterilidad.
Soberana Majestad,
solo hallo paz aquí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme, pues, sabiduría,
o por amor ignorancia,
dadme años de abundancia
o de hambre y carestía,
tinieblas o claro día,
revolvedme aquí o allí;
¿que mandáis hacer de mí?
Dadme Calvario o Tabor,
desierto o tierra lodosa
ea Job en el dolor
o Juan que al pecho reposa,
sea viña fructuosa
o estéril, si cumple así;
¿qué mandáis hacer de mí?
sea Joseph en cadenas
o de Egipto Adelantado;
sea David sufriendo penas
o el mesmo ya coronado;
sea Jonás anegado
o libertado de allí;
¿qué mandáis hacer de mí?
Esté callando o hablando,
haga fruto o no le haga,
la ley me esté preguntando,
la gracia sane mi llaga;
crezca o se mengüe mi paga,
sólo vos vivid en mí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, para vos nací;
¿qué mandáis hacer de mí?

Al Niño Jesús

(De santa Teresa de Lisieux o Teresita del Niño Jesús (1873-1897))
Tú, Jesús, me conoces,
tú mi nombre conoces, y me llamas
con la dulce mirada de tus ojos…
Ellos me comunican tu palabra:
«Simple abandono, conducir yo quiero,
mi amada, tu barquilla».

Y con tu voz de niño, ¡oh maravilla!,
sólo con tu voz débil,
calmas el mar rugiente,
pones paz en el viento.

Si mientras brama la tormenta, ¡oh Niño!,
tú te quieres dormir,
posa tu linda cabecita blonda
sobre mi corazón.

¡Qué encantador sonríes cuando duermes!
Con mi canto más dulce
yo meceré tu cuna tiernamente,
¡Oh hermoso Niño mío!

Entrega total

(De Cristina de Arteaga, religiosa y escritora española (1902-1984))
¡Hazlo Tú todo en mí! Que yo me preste
a tu acción interior, pura y callada.
Hazlo Tú todo en mí, que aunque me cueste
me dejaré labrar sin decir nada.

¡Hazlo Tú todo en mí! Que yo te sienta
ser en mí dirección y disciplina.
Hazlo Tú todo en mí. Que estoy sedienta
de ser canal de tu virtud divina.