Abandono

(Salmo 121,3: El no dejará que resbale tu pie: ¡tu guardián no duerme!)
Todo te lo entrego,
Dios omnipotente,
cuerpo, alma y mente;
ya no exista ego
y que tu sosiego
siempre esté presente.
De Ti, dependiente
hoy, Señor, te entrego:

mis capacidades
y mis fortalezas,
junto a mis bajezas
y debilidades;

también abundancias
y las escaseces,
mis insipideces
y las inconstancias;

todo cuanto amo
y lo que detesto,
cuanto yo apresto
y lo que reclamo;

familia y amigos
con nuestros calvarios,
y los adversarios,
aun sean enemigos.

Me abandono en Ti;
míos sean tus planes,
y si hay volcanes,
estarás ahí,
Señor, junto a mí;
¡tuyos mis afanes!

Ya encontré el descanso:
¡paz en tu remanso!

Amén.