San José

(Mateo 1,24: Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado)
De san José
sus buenos rasgos
con sus acciones
dame imitarlos,
hacerlos míos,
oh, Padre Santo;
tomar la carga
en el trabajo,
ser responsable,
hábil de manos,
de mente ágil,
serio y honrado;
y en la familia
hombre entregado,
el suplidor
por Dios mandado,
el protector
con Dios de manos;
aquel que el Padre
hizo padrastro
y fue buen padre
del Hijo, actuando;
y en el entorno
un hombre sano,
alguien de bien
que se hizo santo;
hombre ejemplar
de actuar callado
aunque consciente,
un gran humano
siempre obediente
a tus mandatos.
Hazme así ser,
sencillo y manso
como José;
a él emularlo
para agradarte,
oh, Padre amado.

Amén.

Cargar la cruz

(Juan 19,17a: Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en hebreo «Gólgota»)
¡Cargar la cruz!;
fácil decir,
duro es vestir
negro capuz;

dice la gente
con catalejos:
"que esté allá lejos,
nunca en mi frente".

Jesús con ella,
que no era de Él,
sabiendo a hiel
no dio querella;

y en ella muerto,
por sólo amor,
el Redentor
el cielo ha abierto.

Para admitir
mi propia cruz,
a Cristo, luz,
voy a pedir:

A tu pasión
mi dolor uno;
valor ninguno
en dimensión;
y aunque vil don,
sea oportuno;

y al alma mía
da fortaleza
con entereza
y valentía,
Señor, hoy día,
aunque remeza.

Amén.

Acto penitencial

(Salmo 51,6: Contra ti, contra ti solo pequé e hice lo que es malo a tus ojos)
Superfluo es que prueba yo quiera,
o a algún fiscal criminal
para un acto penitencial
con una revisión sincera.

Mi mente anduvo bien ligera,
su vuelo fue alto demás;
lo limpio y puro quedó atrás;
ha sido muy mala viajera.

La que a la entereza hace mengua,
corta que corta a todo dar
por no actuar y controlar;
filosa cuchilla: mi lengua.

¿Alguna acción que hoy me apena?
ciertamente hubo en mi actuar;
bastante hay para mejorar:
la lista está bastante llena.

Y, de todo, lo que más pesa:
el bien no hecho, eso es mortal;
pues la indiferencia es fatal,
hace, a la humanidad, lesa.

¡Señor, no quiero esta condena!
¿Ya no te veo caridad?
¿Adónde fuiste con piedad?
¡Vengan ya, a aliviar mi pena!

Amén.

Tentaciones del desierto

(Marcos 1,12-13: En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.)
Tentaciones del desierto,
tendremos nuestra parte;
es venciendo ese ataque
que se logra lo bueno.

El maligno está al acecho
no sólo con los panes,
o provocando el hambre,
ni se limita al cuerpo.

También nos tienta el ego,
el afán de encumbrarse,
o la pretensión gobernante
contra el Dios verdadero.

Sucede todo el tiempo,
en todas las edades,
también en todas partes,
hasta que hayamos muerto.