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Abran las puertas

(Lucas 2,22-23: Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: "Todo varón primogénito será consagrado al Señor")
Ahí vienen José y su familia,
cumple la ley, como buen judío;
María y el crío que reconcilia
con Dios, completan el santo trío.

Abran las puertas, entra grandeza:
traen al Mesías, nacido en Belén,
que tiene ya la gracia y pureza
y hoy entra al Templo en Jerusalén.

Aunque esperan, no saben quién es;
oiganlo bien: ¡Jesús es su nombre!
y trae la salvación para el hombre;
y como pobres, su don no es res,

la familia entrega dos pichones.
Humilde donación ofrecida;
después el niño dará su vida,
y, de su Santo Espíritu, dones.

Magnificat

(Lucas 1,46: María dijo entonces: Mi alma canta la grandeza del Señor)
Porque, en ti, Dios se ha fijado,
¡bienaventurada!, María;
tu sencillez le ha gustado,
tu dicha es ahora alegría.
Tu alabanza le fue de agrado
y, tú, maravillas verías,
pues tu humildad Él ha mirado
y, de su Hijo, Madre serías.

Donde unos buscan posiciones,
del Señor, te haces la esclava;
y es en tu espíritu de pobre
que Dios su gran bondad derrama.
Diferente a la de los hombres,
la justicia de Dios es clara:
los humildes van a la cumbre
y a los soberbios Dios los baja.

Sencillez y humildad te pido

(Lucas 18,14: Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado)
Sencillez y humildad te pido,
que no pretenda ser el primero
ni apocar a mis compañeros;
que yo sea el último del nido
y que sirva a los que conmigo
también han nacido de nuevo.

Amén.

Yo quiero ser como un niño

(Marcos 10,15: Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él»)
Yo quiero ser como un niño
de comportamiento inocente
sin contaminación en la mente,
con reconfortantes sueños
donde todo sea un juego.
Que estando triste o alegre
mis sentimientos demuestre;
que tenga muchos amigos
sin discriminar el aliño;
y que siempre todo lo espere
porque la esperanza no muere.
Así, seré cargado con mimos,
me prodigarás tu cariño
y el Reino que prometes
a los que no se engrandecen,
y llegaré a ti sin ser impedido.

Amén.

Los que presumen de sabios

(Lucas 1,51-52: Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes)
Los que presumen de sabios
creyéndose inteligentes
y con "prodigiosas mentes",
se van a cerrar los labios
al no bastar los resabios
de sus palabras hirientes,
al saber que los carentes
ven a Dios más que a diario
y objeto destinatario
son de saberes ingentes.

Te bendigo Padre

(Mateo 11,25: En esa oportunidad, Jesús dijo: Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños)
Yo también te bendigo Padre,
por haber enviado a tu Hijo
como hombre humilde y sencillo
que no presumió de ser grande.

Hablando en el mismo lenguaje,
el Cristo, de origen divino,
a los desviados del camino
se les acercó como iguales.

De hoy, soy de los miserables,
aquellos los muy pequeñitos,
a quienes Él ha prometido
que les revelaría a su Padre.

¿Lavarme Tú los pies?

(Juan 13,5: Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura)
Señor, ¿lavarme Tú los pies?;
creo que también yo lo diría
o, por lo menos, pensaría,
para preguntarlo después.

Sin estar buscando porqués,
¿cómo es que la pequeñez mía,
por Jesús, servida sería,
si yo actúo por interés?

Mas, Jesús, diferente fue;
en Él, fingimiento no había;
su ejemplo, más que cortesía,
hace, del servicio, hincapié;

invita a humildad, sencillez,
para una vida en armonía
donde no exista la apatía
y la amistad sea sin doblez.

El ego

(Mateo 20,21: «¿Qué quieres?», le preguntó Jesús. Ella le dijo: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda»)
¡Cuánto ultrajo con este ego
que únicamente busca brillo,
queriendo ser el mejor bombillo
aunque los otros queden ciegos!

Ofendo a Dios, a quien reniego,
pues la humildad la enseña Cristo,
que no vino a ser servido
y no quiso ser palaciego.

Falto al hermano que doblego,
también a aquel a quien humillo,
a quien trato como enemigo
sólo por querer ser yo primero.

Del banquete hazme camarero,
como esclavo de tus amigos;
así comeré del platillo
del festín del fin de los tiempos.

Amén.

Tan importante como un niño

(Marcos 9,37: El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado)
Tan importante como un niño
que poco aspira y no se nota,
que nada tiene y poco importa,
el que por nadie es distinguido,
que no pretende vedetismo
ni ser el centro que alborota;
así es aquel que no acogota,
ni pretende perfecto aliño,
de pecado, es como lampiño,
trata bien a su compatriota,
al extranjero no lo explota
y expresa a todos su cariño.
Ese es un infante para Cristo,
humildad es lo que de él brota;
Dios le librará de la derrota
y al Padre verán sus ojitos.

Amén.

La humildad

(Marcos 7,28: Pero ella le respondió: «Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos»)
La humildad obtiene más logros
que reclamación insensata.
¿Por qué una exigencia porfiada
si la decisión es del otro?

No consigue un proceder hosco
que una petición sea escuchada;
la fórmula a ser aplicada:
confianza y evitar ser tosco.

Tú, como Dios lo alcanza todo,
ora con actitud confiada,
pide sin ofender en nada,
y el Señor premiará tu modo.

Amén.

Con mis viejos retratos

(De la poetisa argentina Marilina Rébora (1919-1999))
Señor, quiero ser yo, y sólo con lo mío,
Por humilde que sea, aun pobre y pequeño;
Nada de adornos vanos ni lujoso atavío
Ni aquello que deslumbra en ambicioso sueño.

No quiero en devaneo, tampoco en desvarío,
Lo que no corresponda, aunque sea halagüeño;
Es triste lo ficticio, y mucho de vacío
Disponer como propio de lo que no se es dueño.

Quedar con nuestras cosas, lo que en verdad motiva
Y es razón de vivir en el cabal sentido
—Unos viejos retratos, tal lámpara votiva
Y la talla minúscula del antiguo San Roque—,
Y conmigo ser yo es lo que quiero y pido,
Dentro de lo que fuera y lo que al fin me toque.

El Señor que lo veía

(Del poeta guatemalteco Rafael Arévalo Martínez (1984-1975))
Porque en dura travesía
era un flaco peregrino,
el Señor, que lo veía,
hizo llano mi camino.

Porque agonizaba el día
y era cobarde el viajero,
el Señor, que lo veía,
hizo corto mi sendero.

Porque la melancolía
sólo marchaba a mi vera,
el Señor, que lo veía,
me mandó una compañera.

Y porque era la alma mía
la alma de las mariposas,
el Señor, que lo veía,
a mi paso sembró rosas.

Y es que sus manos sedeñas
hacen las cuentas cabales
y no mandan grandes males
para las almas pequeñas.

Falsa humildad

(Del poeta español José María Pemán (1897-1981))

No exaltes tu nadería,
que, entre verdad y falsía,
apenas hay una tilde,
y el ufanarse de humilde
modo es también de ufanía.

Te quiero humilde, sin tanto
derramamiento de llanto
y engolamiento de voz;
te quiero siervo de Dios,
pero sin jugar a santo.

Santa sencillez

(Del escritor y filósofo español Miguel de Unamuno (1864-1936))
¡Felices aquellos cuyos días
son todos iguales!

Lo mismo les es un día que otro,
lo mismo un mes que un día,
y un año lo mismo que un mes.

Se acuestan tranquilos
esperando el nuevo día,
y se levantan alegres a vivirlo...

Viven a Dios,
que es más que pensarlo,
sentirlo o quererlo.

Su oración no es algo que se destaca
y separa de sus demás actos...

Oran viviendo.

Y por fin mueren como muere
la claridad del día al venir la noche,
yendo a brillar a otra región.

¡Santa sencillez!

Agranda la puerta, Padre

(Del escritor y filósofo español Miguel de Unamuno (1864-1936))
Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños.
Yo he crecido, a mi pesar.

Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad,
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.