son todos iguales!
Lo mismo les es un día que otro,
lo mismo un mes que un día,
y un año lo mismo que un mes.
Se acuestan tranquilos
esperando el nuevo día,
y se levantan alegres a vivirlo...
Viven a Dios,
que es más que pensarlo,
sentirlo o quererlo.
Su oración no es algo que se destaca
y separa de sus demás actos...
Oran viviendo.
Y por fin mueren como muere
la claridad del día al venir la noche,
yendo a brillar a otra región.
¡Santa sencillez!