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Para borrar el pecado
(Texto de John Henry Newman)
Si buscáis que Dios os acepte en vuestros últimos momentos, recordad que solo vuestro amor puede conseguir su amor y borrar el pecado. En la hora final de la vida, hermanos míos, podría resultaros difícil, por algún motivo, recibir los últimos sacramentos. La muerte puede llegaros repentina, o el sacerdote hallarse quizás a mucha distancia. Os encontrareis como dejados a vosotros mismos, apoyados solo en vuestra compunción interior, vuestro propio arrepentimiento y vuestros propósitos de enmienda. Habéis permanecido tal vez semanas y semanas, alejados de toda asistencia espiritual, y debéis ir a Dios sin la salvaguarda, la garantía, la mediación de ningún rito sagrado. En semejante situación solo os salvará el ejercicio del amor divino «derramado en los corazones por el Espíritu Santo que se os ha dado».

Acerca del arrepentimiento
Texto de Jon Henry Newman
"El arrepentimiento
es una tarea que atraviesa diversas fases
y que solo llega a término gradualmente
y tras muchos retrocesos.
O, más bien,
y sin introducir cambios
en el sentido de la palabra arrepentimiento,
es una tarea que no se completa,
que no se acaba nunca;
es algo inconcluso,
tanto en su intrínseca imperfección
como por las constantes ocasiones
-una y otra vez-
que surgen para ejercitarla.
Pecamos de continuo;
tenemos que renovar siempre el dolor
y el propósito de obedecer,
volviendo siempre a la confesión
y pidiendo perdón a Dios de continuo."
"El arrepentimiento
es una tarea que atraviesa diversas fases
y que solo llega a término gradualmente
y tras muchos retrocesos.
O, más bien,
y sin introducir cambios
en el sentido de la palabra arrepentimiento,
es una tarea que no se completa,
que no se acaba nunca;
es algo inconcluso,
tanto en su intrínseca imperfección
como por las constantes ocasiones
-una y otra vez-
que surgen para ejercitarla.
Pecamos de continuo;
tenemos que renovar siempre el dolor
y el propósito de obedecer,
volviendo siempre a la confesión
y pidiendo perdón a Dios de continuo."
Las Tinieblas
Oración del Cardenal Newman
condúceme tú, siempre más adelante.
La noche es oscura
y estoy lejos del hogar;
condúceme tú, siempre más adelante.
Guía mis pasos; no puedo ver ya
lo que se dice ver allá abajo:
un solo paso cada vez
es bastante para mí.
Yo no he sido siempre así,
ni tampoco he rezado siempre
para que tú me condujeras.
Deseaba escoger y ver mi camino, pero ahora,
condúceme tú, siempre más adelante.
Ansiaba los días de gloria,
y a pesar de los temores
el orgullo dirigía mi querer:
¡oh!, no te acuerdes de esos años que pasaron ya.
Tu poder me ha bendecido tan largamente,
que aún sabrá conducirme siempre más adelante
por el llano y por los pantanos,
sobre la roca abrupta y el bramar del torrente
hasta que la noche haya pasado
y me sonrían en la mañana esas caras de ángeles
que había amado hace tanto tiempo
y que durante una época perdí.
Condúceme tú, siempre más adelante.
Te adoro
Del Cardenal Newman
Hubieras podido contentarte con enviarme desde fuera buenos pensamientos,
la gracia inspiradora y el socorro.
Así, hubieras podido conducirme en la vida y purificarme solamente gracias a tu virtud interior.
Pero, en tu infinita compasión, entraste en mi alma desde el principio,
tomaste posesión de ella y has hecho tu templo en ella.
Habitas en mí de manera inefable por medio de tu gracia,
por tu eterna substancia, y es como si yo estuviera en cierto modo, aquí abajo, absorbido en Dios,
sin perder mi propia individualidad.
Y al haber tomado posesión de mi cuerpo,
de este miserable y terrenal tabernáculo de carne,
mi cuerpo mismo es también tu Templo,
¡oh asombrosa, oh terrible verdad!
Yo lo creo, yo lo sé
¡Oh Dios mío!
Oración por nuestra familia y parientes
Por el Cardenal Newman
Te suplicamos, Jesús, por todos nuestros parientes y seres queridos y te pedimos estar siempre dispuestos a rogar por ellos. Condúcelos a la luz de la verdad, consérvalos siempre en esa verdad, si por dicha ya la poseen, y concédeles el don de la perseverancia.
Te pedimos por nuestros parientes, padres y madre; por nuestros hermanos y hermanas, por cada uno de ellos en particular; por nuestros primos y toda nuestra parentela; por nuestros amigos más íntimos; por nuestros maestros y alumnos, por nuestros jefes y patrones, por nuestros servidores y trabajadores; por nuestros socios y compañeros de trabajo; por nuestros vecinos y por nuestros superiores; por todos aquellos que nos quieren bien y por los que no nos quieren; por nuestros enemigos; por nuestros competidores y rivales; por los que nos insultan y calumnian.
Te pedimos por ellos, no sólo en esta vida, sino también en su muerte, para que tengan la dicha de morir en gracia de Dios, para que Dios se digne reducir el tiempo de su expiación y admitirlos a su presencia. Amén.
Ayúdame a esparcir tu fragancia
(Oración de John Henry Newman)
Ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya.
Inunda mi alma de espíritu y vida.
Penetra y posee todo mi ser hasta tal punto que toda mi vida solo sea una emanación de la tuya.
Brilla a través de mí, y mora en mi de tal manera que todas las almas que entren en contacto conmigo puedan sentir tu presencia en mi alma.
Haz que me miren y ya no me vean a mí sino solamente a ti, oh Señor.
Quédate conmigo y entonces comenzaré a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a los demás a través de mí.
La luz, oh Señor, irradiará toda de Ti; no de mí; serás Tu, quien ilumine a los demás a través de mí.
Permíteme pues alabarte de la manera que más te gusta, brillando para quienes me rodean.
Haz que predique sin predicar, no con palabras sino con mi ejemplo, por la fuerza contagiosa, por la influencia de lo que hago, por la evidente plenitud del amor que te tiene mi corazón. Amén.
Te adoro
(Texto del cardenal Newman)
Creador incomprensible, yo te adoro. Soy ante ti como un poco de polvo, un ser de ayer, de la hora pasada. Me basta retroceder sólo unos pocos años, y no existía todavía...
Las cosas seguían su curso sin mi. Pero tú existes desde la eternidad.
¡Oh Dios! Desde la eternidad te has bastado a ti mismo, el Padre al Hijo y el Hijo al Padre. ¿No deberías también poder bastarme a mí, tu pobre criatura.. En ti encuentro todo cuanto puedo anhelar. Me basta si te tengo...
¡Dáteme a mí como yo me doy a ti. Dios mío! ¡Dáteme tú mismo! Fortaléceme, Dios todopoderoso, con tu fuerza interior; consuélame con tu paz, que siempre permanece; sáciame con la belleza de tu rostro; ilumíname con tu esplendor increado; purifícame con el aroma de tu santidad inexpresable; déjame sumergirme en ti y dame de beber del torrente de tu gracia cuanto puede apetecer un hombre mortal, de los torrentes que fluyen del Padre y del Hijo: de la gracia de tu amor eterno y consustancial.
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