Si buscáis que Dios os acepte en vuestros últimos momentos, recordad que solo vuestro amor puede conseguir su amor y borrar el pecado. En la hora final de la vida, hermanos míos, podría resultaros difícil, por algún motivo, recibir los últimos sacramentos. La muerte puede llegaros repentina, o el sacerdote hallarse quizás a mucha distancia. Os encontrareis como dejados a vosotros mismos, apoyados solo en vuestra compunción interior, vuestro propio arrepentimiento y vuestros propósitos de enmienda. Habéis permanecido tal vez semanas y semanas, alejados de toda asistencia espiritual, y debéis ir a Dios sin la salvaguarda, la garantía, la mediación de ningún rito sagrado. En semejante situación solo os salvará el ejercicio del amor divino «derramado en los corazones por el Espíritu Santo que se os ha dado».