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Mateo 11,25-30: El yugo llevadero


En esa oportunidad, Jesús dijo:
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.

REFLEXIÓN (de "El Nuevo Testamento y su Mensaje - El Evangelio según San Mateo" por Wolfgang Trilling):

De nuevo Jesús tiene ante su vista las mismas personas a que estaba dedicado con todo el amor: los pobres y hambrientos, los ignorantes y la gente sencilla, los apenados y enfermos. Siempre le han rodeado, le han llevado sus enfermos, han escuchado sus palabras, y también han procurado tocar aunque sólo fuera una borla de su vestido. También ha ido a ellos por propio impulso y ha comido con los desechados. Ahora llama a sí a todos ellos y les promete aliviarlos. Son como ovejas sin pastor, están abatidos y desfallecidos. Están abrumados y gimen bajo el yugo. Ésta es la carga de su vida agobiada y penosa, pero sobre todo la carga de una interpretación insoportable de la ley. Esta doble carga les cansa y les deja embotados. En cambio Jesús los quiere aligerar y darles alegría.

Los escribas les imponen como yugo cruel y áspero las prescripciones de la ley, como un campesino impone el yugo al animal de tiro. Los escribas convierten en una carga insoportable de centenares de distintas prescripciones la ley que fue dada para la salvación y la vida. Nadie podía cumplir tantas prescripciones; ni ellos mismos eran capaces de cumplirlas.

Jesús tiene un yugo llevadero. Es un yugo que se adapta bien, se ciñe ajustado y se amolda fácilmente alrededor de la nuca. Aunque tiene exigencias duras, y enseña la ley de una forma mucho más radical (sermón de la montaña), este yugo de Jesús es provechoso al hombre. No le causa heridas con el roce, y el hombre no se desuella sangrando. «Sus mandamientos no son pesados» porque son sencillos y sólo exigen entrega y amor.

No obstante la voluntad de Dios es un yugo y una carga. Pero se vuelven ligeros si se hace lo que dice Jesús: Aprended de mí. Jesús también lleva las dos cosas: su misión para él es yugo y peso. Con todo, él los ha aceptado como siervo humilde de Dios. Se ha hecho inferior y cumple con toda sumisión lo que Dios le ha encargado, se hace servidor de todos. Aunque el Padre se lo ha entregado todo, se ha hecho como el ínfimo esclavo.

Si se acepta así el yugo de la nueva doctrina, entonces se cumple la promesa: y hallaréis descanso para vosotros. Este descanso no es la tranquilidad adormecedora del bienestar burgués o la paz fétida con el mal. Jesús promete el descanso para el lastre abrumador de la vida cotidiana, para el cumplimiento de la voluntad de Dios en todas las cosas pequeñas. El que vive entregándose a Dios, y ejercita incesantemente el amor, es levantado interiormente y se serena.

Nuestra fe nunca puede convertirse en carga agobiante, en el yugo que nos cause heridas con el roce. Entonces se apreciaría la fe de una forma falsa. Si se procura realmente cumplir los mandamientos de Dios, entonces el yugo de Jesús nunca es una fuente menguante de consuelo y de apacible serenidad. En esto tendría que ser posible conocer al discípulo de Jesús.

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Mateo 11,25-30: Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré


En esa oportunidad, Jesús dijo:
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.
REFLEXIÓN:

El contexto en que acontece este pasaje bíblico es el siguiente: Luego de dar instrucciones y enviar a sus discípulos a anunciar el Reino de dios, el propio Jesús ha salido a predicar por los pueblos de los alrededores. En cada lugar acompaña su predicación de signos mesiánicos, a pesar de la férrea  oposición de parte de las estructuras del poder político y religioso que veían en este maestro de Galilea a un competidor no deseado.

Es entonces que, luego de hacer un balance de los escasos resultados de conversión obtenidos en aquellos poblados en que había realizado gran cantidad de milagros, procede a efectuar esta oración de acción de gracias al Padre porque, a pesar de todos los inconvenientes, los "pequeños" si han escuchado su mensaje. Es una oración por los afligidos y necesitados de consuelo que le han recibido en todos los tiempos de la historia.

¿Quienes son esos "pequeños" a quienes se le han revelado aquellas cosas ocultadas a los "sabios"? ¿Quienes son esos "sabios"? ¿Cuales son esas "cosas" reveladas u ocultadas?

Jesús es quien nos revela el rostro y el corazón del Padre; lo sigue haciendo hoy como hace dos mil años. En una ocasión le dijo a Felipe que quien le ve a él, ve al Padre.

Pero para ver en Jesús al Padre, se necesita la pequeñez de quien abandona la autosuficiencia, el poder y el orgullo. Para recibirle tenemos que dejar de ser "sabios" en la concepción humana para convertirnos en "pequeños" en la concepción de Jesús. Él nos dice cómo hacerlo: "aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio."

Nosotros somos los afligidos, los agobiados, los que procuramos el alivio ansiado que sólo nos puede proporcionar el Señor. Nos convertimos en "pequeños" cuando admitimos la grandeza de Dios y nos abandonamos a ella, reconociendo el gran amor que Él nos ha dispensado por pura gracia. Esas son las "cosas" que el Padre del Cielo ha ocultado a los "sabios" del mundo y nos han sido reveladas mediante el anuncio de la Buena Noticia de la salvación otorgada por Cristo Jesús.

Hemos sido liberados de la esclavitud del pecado, y hoy estamos invitados a aceptar realmente a Jesús como nuestro Señor y Salvador, y a que tomemos su yugo que es suave y que tiene una carga llevadera. Esta carga consiste en vivir en el amor a Dios, practicando la comprensión y la caridad hacia los demás.

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