Señor Jesús,
Palabra viviente de Dios
que de tu Padre eres la audible voz
que calma hoy mi inquietud,
que yo escuche lo que dices Tú
de lo que acontece a mi alrededor;
que tu Palabra guíe siempre mi acción
y, al ser tuya, sea mi faro de luz;
tu Espíritu me dé entendimiento
sembrándola en mi corazón,
y germinando en mi interior
conduzca mis sentimientos;
que con ella yo acalle los ruidos
que sé que habrán de venir
tratando de apartarme de Ti
pues eso procura el maligno;
que yo asuma, Señor, el camino
que tu Palabra me invita a seguir
ahora y en el porvenir,
pues me quieres, Tú, como amigo.
Señor, no dejes nunca de hablarme,
quiero oír siempre tu voz.
¡Dulce es el Verbo de Dios!,
el don de la escucha, dame.
Amén.