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Arcángeles

(Juan 1,51: Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre»)
Arcángeles son,
creaturas del Señor
y a su disposición,
que al cumplir su misión
lo hacen con tesón:
Miguel, "quién como Dios",
es luchador protector
contra el maligno ofensor;
Gabriel, "fuerte es Dios",
es mensajero de voz
que anuncia al Redentor;
Rafael, "medicina de Dios",
acompaña en la expedición
y en la enfermedad, es sanador.
Los tres, mensajeros son,
de la corte del Señor,
dignos de devoción,
a quienes invocamos hoy.

Mi ángel de la guarda

(Tobías 5,4a: Tobías salió a buscar un buen guía, que conociera el camino para ir con él a Media. Afuera encontró al ángel Rafael)
Si no es por él, que me exploto,
cuando rara ruta tomé;
cómo se llama, no lo sé;
Dios me lo dio y no lo noto:
un acompañante ignoto,
alguien que no se acobarda,
del peligro me resguarda
como, a Tobías, Rafael
en el sagrado texto aquel;
¡así es mi ángel de la guarda!

El amigo invisible

(Del poeta, dramaturgo, periodista y traductor español José Plácido Sansón (1815-1875))
Hijos, en la áspera vía
por do caminando vamos,
no siempre solos estamos;
que un ángel Dios nos envía
cuando con fe le imploramos.

Ese ángel, intercesor
es entre el hombre y el Cielo,
y acude a nuestro desvelo,
y con su inefable amor
alivio da a nuestro duelo.

Si ve que a abrumarnos va
el peso de la existencia,
nos grita: -¡Valor! ¡Paciencia!
¡Que el premio mayor será
si es mayor la penitencia!

Ese ángel al hombre avisa
que desatentado y ciego
prefiere el desasosiego
del mal, a la blanda risa
del bien; la blasfemia al ruego.

Le avisa con la dulzura
de un hermano cariñoso...
¡Su voz, eco misterioso
en esta mansión oscura
es del Todopoderoso!

Hijos, en la áspera vía
por do caminando vamos,
no siempre solos estamos;
que un ángel Dios nos envía
cuando con fe le imploramos.

En la hora en que Cristo resucita

Liturgia de las Horas; himno con los santos Arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael
En la hora en que Cristo resucita,
Clame Miguel, el poderoso príncipe:
«¿Quién como tú, mi Dios, Jesús humilde?
Al pecado de los hombres descendiste
Y hoy el Padre te signa y te bendice».

En la hora en que Cristo resucita
Dice Gabriel, el que anunció a María:
«¡Exulta, Iglesia, virgen afligida,
el Santo vencedor es tu Mesías!
Nadie podrá dar muerte a tu alegría».

En la hora en que Cristo resucita,
Proclama Rafael, el peregrino:
«¡Glorificad conmigo a aquel que dijo:
Yo soy la luz del mundo y el camino!
¡Bendecidle, que el viaje está cumplido!»

En la hora en que Cristo resucita,
Se ha tendido la escala misteriosa
Y el coro de los ángeles le adora:
«¡Somos Señor, los siervos de tu gloria,
cielos y tierra cantemos tu victoria!». Amén

Dos ángeles

(De la poetisa chilena Gabriela Mistral (1889-1957))
No tengo sólo un Ángel
con ala estremecida:
me mecen como al mar
mecen las dos orillas
el Ángel que da el gozo
y el que da la agonía,
el de alas tremolantes
y el de las alas finas.

Yo sé, cuando amanece,
cuál va a regirme el día,
si el de color de llama
o el color de ceniza,
y me les doy como alga
a la ola, contrita.

Sólo una vez volaron
con las alas unidas:
el día del amor,
el de la Epifanía.

¡Se juntaron en una
sus alas enemigas
y anudaron el nudo
de la muerte y la vida!

El ángel guardián

(De la poetisa chilena Gabriela Mistral (1889-1957))
Es verdad, no es un cuento; 
hay un Ángel Guardián 
que te toma y te lleva como el viento 
y con los niños va por donde van. 

Tiene cabellos suaves 
que van en la venteada, 
ojos dulces y graves 
que te sosiegan con una mirada 
y matan miedos dando claridad. 
(No es un cuento, es verdad.) 

Él tiene cuerpo, manos y pies de alas 
y las seis alas vuelan o resbalan, 
las seis te llevan de su aire batido 
y lo mismo te llevan de dormido. 

Hace más dulce la pulpa madura 
que entre tus labios golosos estrujas; 
rompe a la nuez su taimada envoltura 
y es quien te libra de gnomos y brujas. 

Es quien te ayuda a que cortes las rosas, 
que están sentadas en trampas de espinas, 
el que te pasa las aguas mañosas 
y el que te sube las cuestas más pinas. 

Y aunque camine contigo apareado, 
como la guinda y la guinda bermeja, 
cuando su seña te pone el pecado 
recoge tu alma y el cuerpo te deja. 

Es verdad, no es un cuento: 
hay un Ángel Guardián 
que te toma y te lleva como el viento 
y con los niños va por donde van.