Detrás de mis paredes, feliz a mi manera,
extraigo del azul la esencia de mi verso
y escribo entre las nubes -¡añorante quimera!-,
con las letras del alma, un vocablo disperso.
Ignorando el tropel que redobla en la acera,
extraña a la vorágine que rige el universo,
no turba mi interior el bullicio de afuera
y así conmigo misma escribiendo converso.
Pero en el corazón no puede haber engaño,
como dentro del alma no cabe la mentira
-que en solitaria paz nos vemos al desnudo,
sin vanidad ni orgullo, ajenos al cruel daño
de la simulación que hipócrita conspira-,
y entonces a los cielos, para inspirarme, acudo.