Ven, Padre de las luces,
dame tu sabiduría,
ese gusto por la verdad,
esa caridad que apremia
sin forzar la voluntad,
esa gracia tan fecunda,
esa inclinación arrebatadora,
esa paz santa y profunda
y ese socorro poderosísimo.
Tú no quieres contradecir
mi mala voluntad.
Es por eso que siento temor
de mi propia libertad.
A los encantos de tu gracia
muy a menudo me he resistido.
Me rindo, toma tu lugar
con total autoridad.