Recuerdo que de niño, de muy niño,
de la edad de los mimos de la abuela,
de la edad en que todos esperamos
una vida feliz, de encantos llena,
de la edad de esperanzas y de ensueños,
de los cuentos de hadas y princesas,
de esa edad que es la flor de las edades,
edad feliz en que la vida empieza;
recuerdo, sí, una frase cariñosa
que me diera mi padre como lema:
“Si quieres ser un hombre en esta vida,
un hombre de verdad, trabaja y reza”
Bulléndome esta frase a cada paso,
empecé a ver el mundo más de cerca.
entré en la juventud, dejé la infancia,
olvidé el cuento de hadas y princesas.
Estudiante, pensé que ya era un hombre,
mil ideas llenaron mi cabeza,
y esas “mil” ocuparon tanto espacio
que acallaron el eco de otra idea.
Seguí vagando ciego por el mundo
y una tarde feliz, en una iglesia,
como si la voz fuera de mi padre,
en el púlpito oí: “trabaja y reza”.
Hoy, ya hombre, recuerdo con nostalgia
aquellos años que viví sin pena,
y he vuelto a recordar el cuento de hadas
y los mimos y besos de la abuela.
A mi memoria traigo aquellos tiempos
que felices vivimos en la escuela,
y me enternece el ver que aún los niños,
como aquellos de ayer, ríen y juegan.
Y me acerco y les digo, uno por uno,
como mi padre un día me dijera:
“Si quieres ser un hombre en esta vida,
un hombre de verdad, trabaja y reza”.