Toma en una mano una esponja empapada de agua y en la otra una piedra;
apriétalas igualmente.
No saldrá nada de la piedra, y de la esponja verás salir el agua en abundancia.
La esponja es el alma llena del Espíritu Santo;
y la piedra es el corazón frío y duro donde el Espíritu Santo no vive.