Del Diario de santa Faustina
Oh humildad, flor hermosa, veo que son pocas las almas que te poseen.
¿Será porque eres tan bella y a la vez tan difícil de conquistar?
Oh si, una y otra cosa. Dios Mismo se complace en ella.
Sobre un alma humilde están entreabiertas las compuertas celestiales y un mar de gracias fluye sobre ella.
Oh, qué bella es un alma humilde;
de su corazón como de un incensario se eleva toda clase de perfumes particularmente agradables que atraviesan las nubes y alcanzan a Dios Mismo y llenan de gozo su Santísimo Corazón.
A tal alma Dios no niega nada;
tal alma es omnipotente, ella influye en el destino del mundo entero;
a tal alma Dios la eleva hasta su trono y cuanto más ella se humilla tanto más Dios se inclina hacia ella, la persigue con Sus gracias y la acompaña en cada momento con su omnipotencia.
Tal alma está unida a Dios de modo más profundo.
Oh humildad, arráigate profundamente en todo mi ser.
Oh Virgen Purísima, pero también humildísima, ayúdame a conquistar una profunda humildad.
Ahora comprendo por qué hay tan pocos santos, porque son pocas las almas profundamente humildes.