No le reces a Dios mirando al cielo,
¡mira hacia adentro!
No busques a Dios lejos de ti,
sino en ti mismo...
No le pidas a Dios lo que te falta:
¡búscalo tú mismo!, y Dios lo buscará contigo,
porque ya te lo dio como promesa y como meta
para que tu lo alcances...
No reproches a Dios por tu desgracia;
¡súfrela con Él! Y Él sufrirá contigo;
y si hay dos para un dolor, se sufre menos...
No le exijas a Dios que te gobierne,
a golpe de milagros, desde afuera;
¡gobiérnate tú mismo!
con responsable libertad, amando,
y Dios te estará guiando
¡desde adentro y sin que sepas cómo!
No le pidas a Dios que te responda cuando le hablas;
¡respóndele tú!, porque El te habló primero;
y si quieres seguir oyendo lo que falta
escucha lo que ya te dijo.
No le pidas a Dios que te libere,
desconociendo la libertad que ya te dio.
¡Anímate a vivir tu libertad!
y sabrás que sólo fue posible
porque tu Dios te quiere libre.
No le pidas a Dios que te ame,
mientras tengas miedo de amar
y de saberte amado.
¡Ámalo tú!
y sabrás que si hay calor es porque hubo fuego
y que si tú puedes amar es porque El te amó primero.