(Tomado de ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización)
La celebración de los misterios salvíficos
La Iglesia celebra los misterios salvíficos del Señor a través de todo el año, por medio de tiempos especiales y fiestas particulares, comenzando en "adviento", como preparación a la venida del Señor.
En realidad todo el año gira en torno al misterio pascual de Cristo (la Pascua, Ascensión y Pentecostés), pero se comienza con la celebración en torno a la Encarnación (Navidad y Epifanía).
Cada semana, en el día del Señor (domingo), conmemora su Resurrección, que una vez al año celebra también, junto con su santa Pasión, en la máxima solemnidad de la Pascua.
El domingo ("día del Señor"), el día después del sábado, es la fiesta primordial.
En realidad todo el año gira en torno al misterio pascual de Cristo (la Pascua, Ascensión y Pentecostés), pero se comienza con la celebración en torno a la Encarnación (Navidad y Epifanía).
Cada semana, en el día del Señor (domingo), conmemora su Resurrección, que una vez al año celebra también, junto con su santa Pasión, en la máxima solemnidad de la Pascua.
El domingo ("día del Señor"), el día después del sábado, es la fiesta primordial.
El significado de estas celebraciones anuales arranca de la misma naturaleza de la liturgia, como conjunto de signos en los que se hace presente el Señor para comunicar el fruto de su redención. Conmemorando así los misterios de la Redención, abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación.
Los tiempos litúrgicos fuertes (adviento hacia la Navidad, cuaresma hacia la Pascua) se alternan con las fiestas de la Virgen y de los santos, para celebrar el fruto de la muerte y resurrección del Señor.
La Iglesia encuentra en María y en los santos el ideal de imitación y configuración con Cristo, así como el ideal de cooperación en su misterio redentor.
La Iglesia encuentra en María y en los santos el ideal de imitación y configuración con Cristo, así como el ideal de cooperación en su misterio redentor.
Significado "sacramental" y misionero
A través del año litúrgico, la Iglesia actualiza su vocación misionera de "sacramento universal de salvación". En el camino litúrgico, la Iglesia comparte los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, puesto que la comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del genero humano y de su historia.
Esta celebración de los misterios salvíficos de Cristo a través del año, tiene carácter de "sacramentalidad", en cuanto que se vive la presencia activa de Cristo que actualiza de algún modo los acontecimientos de la redención.
Los datos fundamentales de esta "sacramentalidad" son presencia o actualización de los misterios de Cristo, eficacia objetiva en la santificación y evangelización, llamada a adoptar actitudes internas de conversión y de caridad hacia Dios y hacia todos los hombres redimidos.
Los datos fundamentales de esta "sacramentalidad" son presencia o actualización de los misterios de Cristo, eficacia objetiva en la santificación y evangelización, llamada a adoptar actitudes internas de conversión y de caridad hacia Dios y hacia todos los hombres redimidos.
El impulso escatológico hacia la perfección y la misión
El camino del año litúrgico tiene también sentido escatológico de una Iglesia peregrina. La tensión hacia el encuentro definitivo con Cristo resucitado ("ven, Señor Jesús" Apo 22,20), es un impulso hacia la perfección y la misión.
Mientras tanto, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, pertenecientes a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Por esto, la actividad misionera tiende a la plenitud escatológica.
Mientras tanto, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, pertenecientes a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Por esto, la actividad misionera tiende a la plenitud escatológica.