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Cántico del Hermano Sol

(De Cristina de Arteaga, religiosa y escritora española (1902-1984))
Altísimo, omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.

A ti solo, Altísimo, corresponden,
y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.

Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano Sol,
el cual es día y por el cual nos alumbras.

Y él es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.

Loado seas, mi Señor, por la hermana Luna y las Estrellas,
en el cielo las has formado luminosas y preciosas y bellas.

Loado seas, mi Señor, por el hermano Viento,
y por el Aire y el Nublado y el Sereno y todo tiempo,
por el cual a tus criaturas das sustento.

Loado seas, mi Señor, por la hermana Agua,
la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta.

Loado seas, mi Señor, por el hermano Fuego,
por el cual alumbras la noche,
y él es bello y alegre y robusto y fuerte.

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre Tierra,
la cual nos sustenta y gobierna,
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba.

Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor,
y soportan enfermedad y tribulación.

Bienaventurados aquellos que las soporten en paz,
porque por ti, Altísimo, coronados serán.

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la Muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!
Bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu santísima voluntad, 
porque la muerte segunda no les hará mal.

Load y bendecid a mi Señor,
dadle gracias y servidle con gran humildad.

Sin saber quién recoge

(De Cristina de Arteaga, religiosa y escritora española (1902-1984))
Sin saber quién recoge, sembrad,
serenos, sin prisas,
las buenas palabras, acciones, sonrisas...
Sin saber quién recoge, dejad
que se lleven la siembra las brisas.

Tu poder multiplica

(De Cristina de Arteaga, religiosa y escritora española (1902-1984))
Tu poder multiplica
la eficacia del hombre,
y crece cada día, entre sus manos,
la obra de tus manos.

Nos señalaste un trozo de la viña
y nos dijiste: «Venid y trabajad».
Nos mostraste una mesa vacía
y nos dijiste: «Llenadla de pan».

Nos presentaste un campo de batalla
y nos dijiste: «Construid la paz».
Nos sacaste al desierto con el alba
y nos dijiste: «Levantad la ciudad».

Pusiste una herramienta en nuestras manos
y nos dijiste: «Es tiempo de crear».
Escucha a mediodía el rumor del trabajo
con que el hombre se afana en tu heredad.

Buenos días, Señor

(De Cristina de Arteaga, religiosa y escritora española (1902-1984))
Buenos días, Señor, a ti el primero
encuentra la mirada
del corazón, apenas nace el día:
tú eres la luz y el sol de mi jornada.

Buenos días, Señor, contigo quiero
andar por la vereda:
tú, mi camino, mi verdad, mi vida;
tú, la esperanza firme que me queda.

Buenos días, Señor, a ti te busco,
levanto a ti las manos
y el corazón, al despertar la aurora:
quiero encontrarte siempre en mis hermanos.

Buenos días, Señor resucitado,
que traes la alegría
al corazón que va por tus caminos,
¡vencedor de tu muerte y de la mía!

Desde que mi voluntad

(De Cristina de Arteaga, religiosa y escritora española (1902-1984))
Desde que mi voluntad 
está a la vuestra rendida,
conozco yo la medida
de la mejor libertad.
Venid, Señor, y tomad
las riendas de mi albedrío;
de vuestra mano me fío
y a vuestra mano me entrego,
que es poco lo que me niego
si yo soy vuestro y vos mío.

A fuerza de amor humano
me abraso en amor divino.
La santidad es camino
que va de mí hacia mi hermano.
Me di sin tender la mano
para cobrar el favor;
me di en salud y en dolor
a todos, y de tal suerte
que me ha encontrado la muerte
sin nada más que el amor.

Oh Buen Jesús

(De Cristina de Arteaga, religiosa y escritora española (1902-1984))
Oh Buen Jesús, yo creo firmemente
que por mi bien estás en el altar,
que das tu cuerpo y sangre juntamente,
al alma fiel en celestial manjar.

Indigno soy, confieso avergonzado,
de recibir la santa comunión;
Jesús, que ves mi nada y mi pecado,
prepara tú mi pobre corazón.

Pequé, Señor; ingrato te he vendido;
infiel te fui, confieso mi maldad.
Contrito ya, perdón, Señor, te pido;
eres mi Dios, apelo a tu bondad.

Espero en ti, piadoso Jesús mío;
oigo tu voz, que dice: «Ven a mí».
Porque eres fiel, por eso en ti confío;
todo, Señor, espérolo de ti.

¡Oh buen Jesús, Pastor fino y amante!
Mi corazón se abrasa en santo ardor;
si te olvidé, hoy juro que, constante,
he de vivir tan sólo de tu amor.

Dulce maná de celestial comida,
gozo y salud del que te come bien,
ven sin tardar, mi Dios, mi Luz, mi Vida;
desciende a mí, hasta mi pecho ven.

Cuando la luz del sol es ya poniente

(De Cristina de Arteaga, religiosa y escritora española (1902-1984))
Cuando la luz del sol es ya poniente,
¡Gracias, Señor!, es nuestra melodía;
recibe, como ofrenda, amablemente,
nuestro dolor, trabajo y alegría.

Si poco fue el amor en nuestro empeño
de darle vida al día que fenece,
convierta en realidad lo que fue un sueño
tu gran amor que todo lo engrandece.

Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte
de pecadora en justa, e ilumina
la senda de la vida y de la muerte
del hombre que en la fe lucha y camina.

Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza
la noche oscura sobre nuestro día,
concédenos la paz y la esperanza
de esperar cada noche tu gran día.

Mis ojos, mis pobres ojos

(De Cristina de Arteaga, religiosa y escritora española (1902-1984))
Mis ojos, mis pobres ojos
que acaban de despertar
los hiciste para ver,
no sólo para llorar.

Haz que sepa adivinar
entre las sombras la luz,
que nunca me ciegue el mal
ni olvide que existes tú.

Que, cuando llegue el dolor,
que yo sé que llegará,
no se me enturbie el amor,
ni se me nuble la paz.

Sostén ahora mi fe,
pues, cuando llegue a tu hogar,
con mis ojos te veré
y mi llanto cesará.

Coronas

(De Cristina de Arteaga, religiosa y escritora española (1902-1984))
¿Para qué los timbres de sangre y nobleza?
Nunca los blasones
fueron lenitivo para la tristeza
de nuestras pasiones.
¡No me des corona, Señor, de grandeza!

¿Altivez? ¿Honores? Torres ilusorias
que el tiempo derrumba.
Es coronamiento de todas las glorias
un rincón de tumba.
¡No me des siquiera coronas mortuorias!

No pido el laurel que nimba al talento
ni las voluptuosas
guirnaldas de lujo y alborozamiento.
¡Ni mirtos ni rosas!
¡No me des coronas que se lleva el viento!

Yo quiero la joya de penas divinas
que rasga las sienes.
Es para las almas que Tú predestinas.
Sólo Tú la tienes.
¡Si me das corona, dámela de espinas!

Entrega total

(De Cristina de Arteaga, religiosa y escritora española (1902-1984))
¡Hazlo Tú todo en mí! Que yo me preste
a tu acción interior, pura y callada.
Hazlo Tú todo en mí, que aunque me cueste
me dejaré labrar sin decir nada.

¡Hazlo Tú todo en mí! Que yo te sienta
ser en mí dirección y disciplina.
Hazlo Tú todo en mí. Que estoy sedienta
de ser canal de tu virtud divina.