peregrinando al pie de tu santuario,
para entonar un himno extraordinario,
el Miserere, el salmo dolorido.
Con gran pesar y el pecho compungido,
subo la escalinata del Sagrario,
donde moras oculto y solitario
e imploro tu perdón, pues te he ofendido.
Te ofendimos, pecamos gravemente,
entre vicios, peleas y altercados
con la maldad y culpa de unos y otros.
Humillando hasta el polvo nuestra frente,
perdónanos, Señor, nuestros pecados
y ten misericordia de nosotros.