(Mateo 27,52: y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron)
Nuestra resurrección sigue la tuya,
Señor; premio mayor de nuestra alianza;
promesa, como bienaventuranza,
que restaura la eternidad perdida
y, por tu sacrificio, es concedida;
aquí la aguardamos con gran confianza.
Amén.