-Soy yo el que necesita que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?
Jesús le contestó:
-Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere.
Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo, que decía:
-Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto.
REFLEXIÓN:
Con la Solemnidad del Bautismo del Señor llegamos al final del tiempo de Navidad. Con el Adviento, la Navidad, y la Epifanía, ciertamente hemos estado celebrando un período especial en el que conmemoramos y actualizamos esos acontecimientos trascendentes que marcaron la encarnación del Hijo de Dios, su manifestación al mundo, y la necesaria preparación previa a estos hechos, y que constituyen la primera parte del plan redentor de Dios.
Terminado este ciclo, habremos de empezar el tiempo del testimonio, el tiempo ordinario, donde viviremos los hechos de Jesús en el desempeño para alcanzar su objetivo de anunciar la Buena Noticia del Evangelio, acompañando ese anuncio con signos que habrán de confirmar su identidad mesiánica.
Este tiempo de Navidad que estamos concluyendo debe haber contribuido a nuestra conversión, meditando sobre el gran amor de Dios por nosotros, que ante el aparente fracaso de su plan original en que crea al hombre a su imagen y semejanza y éste luego cae victima del pecado, decide anonadarse y hacerse él como hombre, para acompañarnos en nuestras debilidades y ayudarnos a vencerlas. Ese es el misterio de la encarnación del Hijo de Dios que hemos estado celebrando, y que debe siempre estar presente en nuestro caminar y ayudarnos a alcanzar una conversión plena; nunca es tarde y todavía estamos a tiempo.
El Bautismo de Jesús señala el inicio público de la misión del Señor. Juan, que estaba anunciando la inminente aparición del Mesías, y llevando a cabo un bautismo de conversión como preparación para esa llegada, recibe la visita de Jesús para ser bautizado. Juan, que ya conoce la mesianidad de Jesús, en principio se muestra renuente, considerándose indigno de bautizar al Señor; pero éste lo convence de cumplir la voluntad del Padre.
Es entonces que se produce una manifestación trinitaria: el Espíritu Santo, en forma de paloma, desciende sobre el Hijo, y el Padre se expresa audíblemente diciendo: "Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto". Ha comenzado la segunda parte del plan de redención!
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Terminado este ciclo, habremos de empezar el tiempo del testimonio, el tiempo ordinario, donde viviremos los hechos de Jesús en el desempeño para alcanzar su objetivo de anunciar la Buena Noticia del Evangelio, acompañando ese anuncio con signos que habrán de confirmar su identidad mesiánica.
Este tiempo de Navidad que estamos concluyendo debe haber contribuido a nuestra conversión, meditando sobre el gran amor de Dios por nosotros, que ante el aparente fracaso de su plan original en que crea al hombre a su imagen y semejanza y éste luego cae victima del pecado, decide anonadarse y hacerse él como hombre, para acompañarnos en nuestras debilidades y ayudarnos a vencerlas. Ese es el misterio de la encarnación del Hijo de Dios que hemos estado celebrando, y que debe siempre estar presente en nuestro caminar y ayudarnos a alcanzar una conversión plena; nunca es tarde y todavía estamos a tiempo.
El Bautismo de Jesús señala el inicio público de la misión del Señor. Juan, que estaba anunciando la inminente aparición del Mesías, y llevando a cabo un bautismo de conversión como preparación para esa llegada, recibe la visita de Jesús para ser bautizado. Juan, que ya conoce la mesianidad de Jesús, en principio se muestra renuente, considerándose indigno de bautizar al Señor; pero éste lo convence de cumplir la voluntad del Padre.
Es entonces que se produce una manifestación trinitaria: el Espíritu Santo, en forma de paloma, desciende sobre el Hijo, y el Padre se expresa audíblemente diciendo: "Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto". Ha comenzado la segunda parte del plan de redención!
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