(Eclesiastés 3,1-2: Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado)
Etapas que pasan,
las nuestras finitas;
aunque, la infinita,
ellas no retrasan.
En una se inicia,
de vida, el albor,
que es progenitor
que alberga y auspicia.
Luego, sin malicias,
nos trae mucho amor
que envía el Creador;
motivo de albricias
Esponja que absorbe,
la inquieta niñez;
mucha candidez,
futuro del orbe.
Y en la adolescencia
la gran confusión!
mucha incomprensión;
que venga consciencia.
Llegado el derroche:
el brío juvenil
mueve todo a mil;
reino de la noche.
Luego la adultez,
la curva en su cumbre;
cambio de costumbre:
pensar de un juez.
Pronto, de la nada,
no hay fuerza de potro,
se depende de otro,
la piel ya está ajada.
Cuando todo pasa,
nuestra es la esperanza,
de feliz mudanza
a la eterna casa.
Amén.