Culpa, mi conciencia no niega

(Juan 8,4-5: dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?»)
Culpa, mi conciencia no niega,
por haber pecado del cuerpo;
vergonzoso ha sido el tropiezo
y hoy esta ignominia me quema.

De la humillación ya estoy muerta
pues, del acusador, el dedo,
ya me ha lapidado de miedo
sin haber tirado una piedra.

Están ahí los que reprueban
al considerarse perfectos,
los que me retiran su afecto
y quienes al perdón se niegan.

En tu corrección hay clemencia,
Señor, pues sólo Tú eres bueno;
al decirme: "no te condeno",
me revives con tu indulgencia.

Amén.