¿Por qué dudamos, Señor,
ante esta peste de miedo?
Es lejanía del Credo
en colectivo pavor.
A Ti me acojo, Señor,
tu voluntad sea hecha.
Tú sabrás si esa flecha
que hiere a mi alrededor
con su estela de dolor,
que enferma y amilana,
me hace, de ella, también diana;
y aunque mi carne la hienda
y que ahora no se entienda,
si hay fe en Ti, Cielo se gana.
Das más que sólo un mañana,
ofreces eterno amor.
¡Sea lo que digas, Señor!,
tu plan mucho más que sana.
Amén.
Amén.