(Marcos 2,24: Entonces los fariseos le dijeron: «¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?»)
Tu presencia, Señor, es descanso;
es el alivio de mis fatigas.
Refugio eres, también remanso;
con tu defensa, Señor, me mimas
ante aquel cuya porfía no alcanzo
y que mis faltas siempre vigila
procurando mi mortal ocaso.
Pero tú con tu pan de la vida
a todos quieres rebosar el plato;
que tu Cuerpo sea ahora esa espiga,
alimento santo y nunca escaso,
y que, al comerle, tú me bendigas.
Amén.
Amén.