(De "Oraciones para rezar por la calle" por Michel Quoist)
Lo sacaron para crucificarlo. Y requisaron a un transeúnte; un cierto Simón de Cirene, que venía del campo... para que llevase la cruz (Mc 15,20-21).
Ayudaos mutuamente a llevaros vuestras cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo (Gal 6,2).
Pasaba por allí
y ellos lo requisaron,
dio la casualidad de que fuese él, un desconocido.
Señor, Tú aceptas su ayuda,
Tú no has exigido ni siquiera un gesto de amor, el hermoso brío de un amigo generoso hacia el amigo agotado y burlado.
Tú has escogido ese gesto de encargo del hombre temeroso y obligado.
Señor todopoderoso, Tú te haces ayudar por el hombre impotente,
Señor, Tú quieres tener necesidad del hombre.
Señor, yo tengo necesidad de los otros.
La ruta de los hombres es demasiado dura para ser recorrida a solas.
Pero yo aparto las manos que se me tienden.
Quiero obrar yo solo
quiero luchar yo solo
quiero triunfar yo solo.
Y con todo, a mi lado caminan un amigo, un esposo, un hermano, unos vecinos, unos compañeros de trabajo.
Tú los has colocado ahí, Señor, y yo los ignoro demasiado a menudo.
Y sin embargo sólo uniéndonos todos salvaremos el mundo.
Señor, dame el saber descubrir, el saber aceptar todos los Cirineos de mi camino, aunque me ayuden obligados.