Dios mío – escribía arrobada de nuevo en éxtasis –
haz un manojo de mis perversas inclinaciones y acércalo a tu Corazón,
para que con el fuego de tu amor se consuma.
haz un manojo de mis perversas inclinaciones y acércalo a tu Corazón,
para que con el fuego de tu amor se consuma.
Bien sé, Dios mío, que no soy digna de tanta solicitud,
pero pondré especial empeño en domar mis pasiones;
te prometo no acercarme a tu Mesa
sin haberme antes vencido a mí misma.
sin haberme antes vencido a mí misma.