Buenas noches, Señor. Escucha mi llamado,
sin reparar, siquiera, en mis yerros del día,
ésos que hasta pudieran parecernos pecado:
quiero que me perdones-, otra vez, todavía.
Que te sienta, Señor, en la sombra, a mi lado,
para que en sueños logre segura compañía;
como cuando pequeña, me creeré a tu cuidado,
tal cual la voz de Madre siempre lo repetía.
Perdona mis palabras-, si de perdón soy digna,
cómplices como somos de tu cruento suplicio-;
pero la pobre alma ante Ti se persigna
ansiosa de obtener tu divino consuelo.
Escúchame, Señor, para serme propicio-
y alcanzaré esta noche un poquito de cielo.