Lectura orante del Evangelio del Domingo (Ciclo C) de la Semana 9 del Tiempo Ordinario: Lucas 7,1-10


Oh Dios, que nos prometiste a tu Hijo para la salvación del mundo, en este momento invocamos tu Santo Espíritu para que nos asista en nuestra lectura orante de hoy y así podamos introducirnos en tu Palabra y vivir mediante ella. Amén.

1. Lectura

a) Texto del día

Lucas 7,1-10: En aquel tiempo, cuando Jesús hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde Él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo. Éstos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: «Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga».

Jesús iba con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace».

Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: «Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande». Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano.

b) Contexto histórico y cultural

La Palestina de los tiempos de Jesús estaba gobernada por los romanos, el imperio dominante de entonces; los judíos, como nacionalistas extremos, consideraban a los romanos como fuera de la gracia otorgada por Dios al pueblo escogido, llamándoles gentiles y considerándoles paganos; un judío no entraba en la casa de ningún pagano, mucho menos en la de un romano, que era además un invasor de su tierra. Jesús, no obstante, se muestra dispuesto a ayudar, aunque esto implique violar alguna regla de juego de entonces. El centurión, conocedor de las reglas del judaísmo, le indica al Señor que no es necesario entre en su casa, ya que tiene la certeza de que su siervo sanará, si así Jesús lo ordena. El Señor admira y elogia la fe de este hombre.

2. Meditación (para leer lenta y pausadamente; deteniéndose a meditar y saborear cada palabra, cada verso y cada estrofa, relacionándolos con el Evangelio del día y con nuestra vida)

A mi casa te invito

A mi casa te invito
pero aseada no está;
como yo no soy digno,
pensé: "Él no entrará".

No es el polvo en el piso
ni empañado el cristal;
es que hoy he sentido
en mí la suciedad.

De pronto has venido
y ya a la puerta estás;
Tú quieres ser mi amigo
sabiendo mi maldad.

Señor, no entres, -te digo-,
pues no te agradará.
Pero ya Tú me has dicho
que el alma limpiar,
del ser arrepentido,
muy alegre lo harás.

Amén.

3. Oración

Te doy gracias, Señor,
porque a pesar de mi incipiente y escasa fe,
me fortaleces y no dejas de amarme.
Te pido que me ayudes a mantenerme en el camino hacía ti,
que me auxilies en mis caídas,
y que aumentes cada día más mi fe en ti,
instruyéndome en cuanto precise.
Amén.

4. Contemplación (en un profundo silencio interior nos abandonamos por unos minutos de un modo contemplativo en el amor del Padre y en la gracia del Hijo, permitiendo que el Espíritu Santo nos inunde. En resumen, intentamos prolongar en el tiempo este momento de paz en la presencia de Dios).

5. Acción

Creer, y pedir más fe,
confiando en el Señor
es mi compromiso hoy.
Dar soporte a los que están alejados de Dios
y a aquellos de fe debilitada y escasa,
será mi objetivo a partir de ahora.
Amén.