Segundas Vísperas de la sagrada Familia

(Domingo dentro de la Octava de Navidad o, en su defecto, el 30 de diciembre)

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno:

Al caer de la tarde,
toda la casa,
era aromas de vino
y tierna hogaza.
Mientras, la Madre
era una ánfora llena
de sus pesares.

Al caer de la tarde,
la Madre hilaba,
con aquellas sus manos
de Virgen casta.
Mientras, el Niño
soñaba que soñaba
lirios y espinos.

Al caer de la tarde,
en el silencio,
aserraban las sierras,
del carpintero.
José pensaba
que era el padre dichoso
de la Palabra.

Al caer de la tarde,
Señor atiende,
la amargura infinita
que el mundo tiene.
Colma el vacío
de esta familia humana
sin tu cariño. Amén.

Salmodia:

Antífona 1: A los tres días, encontraron a Jesús en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas.

Salmo 121

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: A los tres días, encontraron a Jesús en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas.

Antífona 2: Jesús bajó a Nazaret con sus padres, y vivía sumiso a ellos.

Salmo 126

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Jesús bajó a Nazaret con sus padres, y vivía sumiso a ellos.

Antífona 3: Jesús fue progresando en perfección intelectual y física, y en gracia ante Dios y ante los hombres.

Cántico Ef 1, 3-10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Jesús fue progresando en perfección intelectual y física, y en gracia ante Dios y ante los hombres.

Lectura breve: Flp 2, 6-7

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.

Responsorio breve:

V. Debía ser semejante en todo a sus hermanos, para poderse apiadar de ellos.
R. Debía ser semejante en todo a sus hermanos, para poderse apiadar de ellos.
V. Apareció en la tierra y convivió entre los hombres.
R. Para poderse apiadar de ellos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Debía ser semejante en todo a sus hermanos, para poderse apiadar de ellos.

Cántico Evangélico

Antífona: «Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te buscábamos llenos de angustia.» «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo estar en la casa de mi Padre?»

Magníficat:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona: «Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te buscábamos llenos de angustia.» «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo estar en la casa de mi Padre?»

Preces:

Adoremos a Cristo, Hijo del Dios vivo, que quiso ser también hijo de una familia humana, y aclamémoslo, diciendo:
Tú eres, Señor, el modelo y el salvador de los hombres.

Cristo Jesús, por el misterio de tu sumisión a María y a José,
-enséñanos a respetar y a obedecer a los que nos gobiernan legítimamente.

Tú que amaste a tus padres y fuiste amado por ellos,
-afianza a todas las familias en el amor y la concordia.

Tú que estuviste siempre atento a las cosas de tu Padre,
-haz que Dios sea honrado en todas las familias.

Tú que quisiste que tus padres, angustiados, te encontraran al cabo de tres días en la casa de tu Padre,
-enséñanos a buscar siempre primero el reino de Dios y su justicia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Tú que has dado parte en tu gloria a María y a José,
-admite también a nuestros difuntos en la familia de los santos.

Alegres porque Jesucristo nos ha hecho hijos de Dios, digamos:
Padre nuestro...

Oración:

Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo, concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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