Las rodillas en el suelo
cuando llego a su presencia,
mucho más que reverencia
son un gozo, no flagelo.
Del que reina allá en el cielo,
cuya obra a la vista,
de su amor por mí, es pista,
¿estar cerca, no es anhelo,
bien cerquita así sin velo?
Aunque duras sean las sillas
y sus cojines sean de astillas,
sentado no molestará;
e hincado, no perturbará
que en el piso haya gravillas.
Contemplando maravillas,
no hay artrosis ni hay edad;
con Él en intimidad,
ya no duelen mis rodillas.
Amén.