Acerca del Santo Rosario

(De "El Secreto Admirable del santo Rosario" por san Luis María Grignon de Montfort)

No basta para rezar bien expresar nuestra súplica con la más hermosa de las oraciones, que es el Rosario, sino que es preciso hacerlo con gran atención, porque Dios oye la voz del corazón más bien que la de la boca. Orar con distracciones voluntarias sería gran irreverencia que haría nuestros Rosarios infructuosos y nos llenaría de pecados. ¿Cómo osaremos pedir a Dios que nos oiga, si no nos oímos nosotros mismos y si mientras suplicamos a esta imponente majestad, ante quien todo tiembla, nos distraemos voluntariamente a correr tras de una mariposa? Es alejar de uno la bendición de este gran Señor, convirtiéndola en la maldición lanzada contra los que hacen la obra de Dios con negligencia: "Maledictus qui facit opus Dei neglegenter".

Cierto que no se puede rezar el Rosario sin tener alguna distracción involuntaria, y aún es difícil decir un avemaría sin que la imaginación siempre inquieta quite algo de la atención; pero sí se puede rezar sin distracciones voluntarias, y para disminuir las involuntarias y fijar la atención, deben ponerse todos los medios.   A tal efecto, poneos en la presencia de Dios, creed que Dios y su Santísima Madre os miran, que vuestro ángel de la guarda está a vuestra derecha y recoge vuestras avemarías como otras tantas rosas, si son bien rezadas, para hacer una corona a Jesús y María, y que, por el contrario, el demonio está a vuestra izquierda y merodea alrededor para devorar vuestras avemarías y anotarlas en su libro de muerte, cuando no son dichas con atención, devoción y modestia. Sobre todo, no dejéis de ofrecer los decenarios en honor de los misterios y de representaros en la imaginación a Nuestro Señor y a su Santísima Madre en el misterio que consideréis.