El año

(Salmo 102,27-28): ellos se acaban, y tú permaneces; se desgastan lo mismo que la ropa, los cambias como a un vestido, y ellos pasan. Tú, en cambio, eres siempre el mismo,  tus años no tienen fin.
Hojas caen del calendario;
ya caduca, se disuelve;
cuando pasa, ya no vuelve,
aunque no así el afán diario.

Cuando un año terminó,
"¡ya por fin!", alguien dirá;
pensaba: "¿no acabará?";
bonanza, a otro, deparó,
ese tiempo que pasó
subiéndole de peldaño.
Conmigo no fue tacaño;
confié en Dios, mi suplidor,
que me dio pan y su amor,
que a El pido en el nuevo año;

y aunque sigan los afanes
que requieren acrobacias,
también por ellos doy gracias;
¡de Dios, buenos son los planes!

Amén.