Lectura orante del Evangelio del Domingo (Ciclo C) de la Semana 5 de Cuaresma: Juan 8,1-11


Que tu Espíritu Santo nos ilumine, Señor, para entender y acoger tu Palabra, con la que vamos a orar en este momento, y que nos anime para convertir en vida lo que habremos de orar. Amén.

1. Lectura

a) Texto del día

Juan 8,1-11: En aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.

Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?». Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.

Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».

b) Contexto histórico y cultural

Tanto en el libro del Levítico como en el Deuteronomio se establece la sanción de muerte, para el hombre y para la mujer, en caso de adulterio; aquí sólo es presentada la mujer ante Jesús, lo cual indica que en realidad no se procuraba justicia alguna, más bien era una trampa con la que pretendían tentar al Señor.

2. Meditación (para leer lenta y pausadamente; deteniéndose a meditar y saborear cada palabra, cada verso y cada estrofa, relacionándolos con el Evangelio del día y con nuestra vida)

Culpa, mi conciencia no niega

Culpa, mi conciencia no niega,
por haber pecado del cuerpo;
vergonzoso ha sido el tropiezo
y hoy esta ignominia me quema.

De la humillación ya estoy muerta
pues, del acusador, el dedo,
ya me ha lapidado de miedo
sin haber tirado una piedra.

Están ahí los que reprueban
al considerarse perfectos,
los que me retiran su afecto
y quienes al perdón se niegan.

En tu corrección hay clemencia,
Señor, pues sólo Tú eres bueno;
al decirme: "no te condeno",
me revives con tu indulgencia.

3. Oración

Te doy gracias, Señor,
por la misericordia con que acoges
a un pecador como yo;
gracias por el amor
con que me das el perdón.
Amén.

4. Contemplación (en un profundo silencio interior nos abandonamos por unos minutos de un modo contemplativo en el amor del Padre y en la gracia del Hijo, permitiendo que el Espíritu Santo nos inunde. En resumen, intentamos prolongar en el tiempo este momento de paz en la presencia de Dios).

5. Acción

A agradecer a Dios
por la misericordia con que ha perdonado
a un pecador como yo,
estoy invitado en el día de hoy.
Muchas gracias, Señor.
Amén.