La tumba no podía retenerle

(Mateo 28,8: Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos)
La tumba no podía retenerle,
aunque hubiese en la entrada soldados;
ni siquiera rejas, ni candados,
hubiesen podido detenerle.

Porque no era sólo un cuerpo inerte
que estaba en el sepulcro sellado,
ya que su gloria estuvo a su lado
y, al tercer día, vida vence muerte.

¡Qué alegría la de las mujeres
al ver al Señor resucitado!
quien les asigna un apostolado
de misionarias por menesteres;
participar en nuevos quehaceres
a quienes al Señor han buscado.