puesto que el Señor todo lo decide;
mas, llegado el tiempo, habré de ser fuerte
porque nadie llore lo que nadie impide.
Tal vez mi sonrisa animosa acierte
para que la fiera sombra no trepide,
y me guarde el gesto en el rostro inerte
como flor que brinda el que se despide.
No ha de ser difícil para mí el descanso,
ni el secar los ojos de lágrimas vanas;
no opondrá defensa mi espíritu manso,
rendirá la vida de dulce manera
por borrar ayeres, para los mañanas
pasarlos en paz, tal como Dios quiera.