Cubierto está mi corazón de abrojos,
como terreno estéril y baldío,
y desmayado está el ánimo mío
como las cuerdas de los arcos flojos.
Si compasivo a mí vuelves los ojos,
templado me veré de nuevo brío,
la cizaña arderá, como en estío
se abrasan de los campos los despojos.
Y en mi alma sembrarás semilla buena,
como lo hacen los diestros labradores,
que, con tu gracia, en frutos se alce llena;
y admirados verán los pecadores
que, poderoso, la infecunda arena
tornaste en huerto de fragantes flores.