(De "Oraciones Para rezar por la calle" por Michel Quoist)
¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga en el tuyo? O, ¿cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, déjame quitarte la paja que tienes en él ojo», cuando tú no adviertes la viga que hay en el tuyo? Hipócrita; quita primero la viga de tu ojo, y luego tratarás de quitar la paja que hay en el de tu hermano. (Lc 6,41-42).
Ellas lloran,
sollozan.
Se comprende, hay motivo sobrado para ello. ¡Si vierais cómo le han dejado!
Y ellas son impotentes, no pueden intervenir.
Y entonces ellas van y lloran, lloran de compasión.
Señor, Tú las viste, las oíste.
«Llorad más bien por vuestros pecados.»
Apiadarme de tus sufrimientos y de los del mundo, Señor, eso ya sé hacerlo.
Pero llorar por mis pecados... eso ya es otra cosa.
Me gusta tanto lamentarme de los de los demás.
Es más fácil.
En eso soy un verdadero maestro: por mi tribunal desfila todos los días el mundo entero.
Y siempre encuentro culpable: la política, la economía, las chabolas, el vino, el cine, el trabajo, los vagos que no hacen nada, los curas que no comprenden nada, los cristianos...
y tantos otros, tantos otros.
En total: todo el mundo menos yo.
Señor: enséñame que soy un pecador.