Lectura orante del Evangelio del Miércoles de la Semana 32 del Tiempo Ordinario: Lucas 17,11-19


Al orar, con la lectura de tu Palabra, pedimos, Señor, la asistencia de tu Espíritu Santo para que ilumine nuestras mentes y prepare nuestros corazones; y así, entender y acoger el mensaje que nos envías este día con el Evangelio de hoy. Amén.

1. Lectura

a) Texto del día

Lucas 17,11-19: Un día, de camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes».

Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?». Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».

b) Contexto histórico y cultural

La lepra, en la cultura hebrea, representaba no sólo una enfermedad, sino una consecuencia y expresión del pecado; la ley dada por Moisés implicaba que el leproso fuera separado físicamente de su familia y de la comunidad; la relación con el pecado es la que hacía que el médico que determinase la existencia o no de la lepra fuese el sacerdote.

2. Meditación (para leer lenta y pausadamente; deteniéndose a meditar y saborear cada palabra, cada verso y cada estrofa, relacionándolos con el Evangelio del día y con nuestra vida)

Gracias por la gracia

Mil gracias por la gracia
que alivia la desgracia;
limpiando nuestras manchas,
la vida nos ensanchas.

Por lo que nos has dado,
glorias a ti sean dadas:
¡bendito y alabado!;

por quien gracias no ha dado:
¡bendito y alabado!,
a todos gracia has dado.

Amén.

3. Oración

Gracias

Dichoso es todo el agradecido
que ya agradece desde la promesa;
fruto lejano, pero fe confiesa
en que tendrá lo aún no recibido;
contrasta con aquél que ingrato ha sido
que le ha pedido a Dios en fase adversa
y, no acude a Él, cuando ya ésta es tersa.
A Dios le sea yo siempre agradecido:
por tanto con lo que Él me ha bendecido,
hoy le alaba, en gratitud, mi alma inmersa.

Amén.

4. Contemplación (en un profundo silencio interior nos abandonamos por unos minutos de un modo contemplativo en el amor del Padre y en la gracia del Hijo, permitiendo que el Espíritu Santo nos inunde. En resumen, intentamos prolongar en el tiempo este momento de paz en la presencia de Dios).

5. Acción

A agradecer al Señor
y a dar gloria a Dios,
se me invita hoy.
¡Gracias, Señor!
¡Glorias a Dios!
Esa es mi acción.
Amén.