Familia Cristiana: vive y proclama tu fe

Carta Pastoral de la Conferencia del Episcopado Dominicano del 21 de enero del 2014

I. Introducción

1. Al celebrar cada año la solemnidad de Nuestra Señora de La Altagracia, madre y protectora del pueblo dominicano, los Obispos dominicanos dirigimos una carta pastoral a todos los hermanos y hermanas de la Iglesia Católica y a los hombres y mujeres de buena voluntad. Por tal motivo tratamos algún tema importante de la vivencia de nuestra fe. En esta ocasión les invitamos a centrar la mirada en la familia, valor insustituible en la Iglesia y en la sociedad. Proclamamos con gozo: “Familia cristiana: vive y proclama tu fe”.

2. De octubre 2012 a noviembre 2013 hemos celebrado con abundantes frutos el Año de la Fe, convocado por el Papa emérito Benedicto XVI. En la primera Carta Encíclica del Papa Francisco “La Luz de la Fe” dedica un artículo a la fe y la familia donde afirma “El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los hombres es la familia” (1). Estas páginas de los dos últimos Papas nos han motivado a poner nuestra atención en el núcleo más fundamental para la Iglesia y la sociedad.

3. Terminado el Año de la Fe, una representación de los obispos del mundo convocados por el Papa se prepara para participar en el próximo Sínodo extraordinario que tratará sobre “Los Desafíos Pastorales sobre la Familia en el contexto de la Evangelización”. Ahondemos en este gran valor.

4. Hace exactamente veinte años escribimos una carta pastoral titulada “Consolidemos la Familia”. Reafirmamos lo dicho en aquella ocasión (2). Nuevas situaciones han surgido. El valor familia no pasa. Volvemos a él con renovada esperanza.


II. Mirada a la realidad

5. El acelerado “cambio de época” ha traído grandes aportes, pero también inversión de valores; algunos gozan de riquezas en el orden científico y tecnológico; la globalización de la comunicación ha convertido el mundo en una pequeña aldea; las familias están bombardeadas por novedades diversas sin referencias éticas. Nos llegan valores y antivalores. Como recientemente señaló el Papa Francisco: “La familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales. En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad (…). El matrimonio tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier manera y modificarse de acuerdo con la sensibilidad de cada uno” (3).

6. Van penetrando estilos de vida que no siempre ayudan al crecimiento humano. Avanza la separación y el divorcio por la inestabilidad e inseguridad emocional de los jóvenes; crece el deseo de una vida fácil, sin compromiso, sin sacrificio, hedonista; a veces por egoísmo se limita el número de hijos, hasta verlos como un peligro que amenaza; la pobreza extrema que separa matrimonios y familias; la ausencia temporal o definitiva en el hogar del padre o la madre o de ambos por razones de trabajo aquí o en el exterior; la carencia de trabajo angustia a muchas familias con graves consecuencias para el desarrollo integral de sus miembros.

7. La falta de fuentes de trabajo para los padres, madres e hijos jóvenes, agravada por el creciente costo de la vida, genera tensiones por la falta de comida, medicinas, vestido, vivienda digna, educación y descanso. A esto podemos añadir “índices verdaderamente deprimentes de insalubridad, pobreza y aún miseria, ignorancia y analfabetismo, condiciones inhumanas de vivienda, subalimentación crónica y tantas otras realidades no menos tristes” (4), como señaló el beato Juan Pablo II.

8. La promoción de grupos interesados en imponer por diversos medios, incluso mediante legislaciones, prácticas contrarias al ser de la familia y de la persona, y por tanto al plan creador, como el aborto, los anticonceptivos y las uniones del mismo sexo, no deja de ser una fuerte tentación para familias débiles en la fe. La propaganda mediática a una vida fácil, cómoda y hedonista, cargada de cierto pan-sexualismo, que inhibe la voluntad de los jóvenes para grandes valores e ideales, entre la que se destacan el uso inadecuado de la Internet, ciertas películas y telenovelas que incitan a adolescentes a una precoz y traumática práctica de la sexualidad con consecuencias desastrosas.

9. A esto se agregan los embarazos en adolescentes, inmaduras para la misión materna. Como bien señala el Pontificio Consejo para la Familia: “Domina una cultura en la que la sociedad y los mass-media ofrecen a menudo, una información despersonalizada, lúdica, con frecuencia pesimista y sin respeto para las diversas etapas de la formación y evolución de los adolescentes y de los jóvenes, bajo el influjo de un desviado concepto individualista de la libertad y de un contexto desprovisto de los valores fundamentales sobre la vida, sobre el amor y sobre la familia” (5).

10. Nos golpea la violencia intrafamiliar con los dolorosos feminicidios y suicidios causando orfandad y traumas de difícil reparación en los hijos; aumenta el número de separaciones y divorcios destruyendo hogares con sus negativas consecuencias; se ha adueñado de muchos jóvenes el miedo al compromiso definitivo que conlleva el matrimonio, y buscan otros estilos fáciles, sin compromisos, para su vida.

11. Al mirar la realidad atormentada por tanto sufrimiento producido por la violencia, homicidios, suicidios, delincuencia juvenil, atracos, engaños, celos, infidelidades, injusticia social, desenfreno sexual, corrupción, constatamos que una de las raíces fundamentales de estos males está en el deterioro de muchas familias. En la medida en que se fortalezcan más los valores humanos y cristianos en los hogares, gozaremos de más paz social.

12. Nos preocupa ver en nuestro país muchas familias incompletas, donde el padre o la madre, carga con la vida de la familia, asumiendo una doble función en el hogar y expuesto a nuevas uniones sentimentales que pueden crear desequilibrios y conflictos internos.

13. La pobreza extrema y el abandono del hogar han creado un número considerable de niños en la calle, abandonados, expuestos a muchos peligros.

14. El acompañamiento insuficiente por parte de la Iglesia y la falta de una evangelización sólida, son factores que han contribuido al debilitamiento o resquebrajamiento de la institución matrimonial y familiar y, por tanto, a la descomposición social.

15. Hiere la sensibilidad el ver tantos ancianos desprotegidos, a veces abandonados por sus parientes y por las instituciones del Estado; y a enfermos, sobre todo privados de cariño.

16. Si bien es verdad que los tiempos actuales nos hacen ver muchas sombras, no menos cierto es que las luces que acompañan a nuestra realidad familiar son mayores. Contamos con muchos matrimonios y familias arraigados en la fe, que viven la unidad en el amor, con alegría. Ellos son sólidos testigos de la verdad, de la belleza de la familia y de los grandes valores humanos y cristianos, y contribuyen al bienestar de nuestra patria, por lo que damos gracias a Dios.

17. Gozamos de una inmensa mayoría de familias que conservan y practican, y no sólo en el ámbito familiar, los valores de la hospitalidad, la fraternidad y la solidaridad humana. Son incalculables los ejemplos que podríamos citar de casos en que miembros de una familia hacen lo indecible por acompañar, proteger, cuidar y aportar recursos cuando uno de sus miembros es atacado por una grave enfermedad o una situación catastrófica.

18. Hemos de reconocer también el rol que en la sociedad actual están jugando los abuelos en los hogares, quienes están siempre dispuestos al cuidado de los nietos, mientras la pareja joven o el padre o la madre tiene que ausentarse del hogar por razones de trabajo.

19. Y qué no decir del sentido de fiesta y alegría de nuestro pueblo dominicano donde se celebra siempre en familia toda clase de momentos importantes en la vida de sus miembros, los baby shower, los bautismos, la confirmación, la primera comunión, los quince años de la chiquilla, los cumpleaños, las bodas, del día de la madre o del padre, la cena de navidad, el regreso del que estaba en el exterior…

20. Es bueno destacar, además, el profundo sentido de unidad, solidaridad y amor que se da en nuestras familias en los momentos de dolor cuando acontece la partida definitiva de uno de sus miembros. Todo el mundo deja atrás cualquier compromiso para hacerse presente, no sólo durante el funeral, sino, en la mayoría de los casos, durante todo el novenario. Es grande la riqueza espiritual y humana que se expresan en estas ocasiones entre familiares y amigos.

21. En el ámbito de la fe es hermoso ver cómo se vive un sentido de gratitud y recuerdo con los seres queridos que ya han partido a la Casa del Padre. Cómo se ofrece el sacrificio de la Santa Misa por el eterno descanso del papá, la mamá, el hijo, el hermano, los tíos, los abuelos, e incluso hasta por los amigos.

22. En este mismo orden, todavía nos quedan muchas familias en las que se reúnen los padres y los hijos para practicar unidos su relación con el Señor, ya rezando juntos en el hogar, ya leyendo un texto bíblico, meditándolo y compartiendo la reflexión entre todos, ya participando en la misa y en la recepción de cualquier otro sacramento en familia.

23. Gracias a Dios contamos con muchos movimientos apostólicos, con legiones de parejas en las que se crea un verdadero sentido comunitario, en los que se integran todos los miembros de la familia.

24. En el campo de la asistencia social a favor de las familias, hemos de reconocer los esfuerzos que viene haciendo el Estado en ayudar con recursos económicos a una gran parte de las familias necesitadas para la subsistencia y escolaridad de los hijos. Nuestro deseo es que estos esfuerzos se sigan multiplicando y fortaleciendo, de modo que al mismo tiempo que se les asiste respetando su dignidad humana, se les ayude a salir de la situación de pobreza y marginación creando nuevas fuentes de trabajo, incentivando la inversión en el campo, promoviendo la pequeña y mediana empresa.

25. También nosotros como pastores promovemos iniciativas y medios que pueden ayudarlas a realizar su misión en la sociedad. Sabemos que de ellas depende la armonía, la paz, el desarrollo, el respeto a la vida, el bienestar colectivo. Desde nuestra Cáritas Dominicana y desde nuestra Pastoral Social hemos realizado cuantiosas obras sociales, desde botiquines comunitarios, arreglos de viviendas a familias de muy escasos recursos, construcciones de acueductos, asistencia en salud y medicamentos, comestibles, útiles escolares, entre otros.

III. El plan de Dios sobre el matrimonio y la familia

26. Nuestra fe nos revela que el hombre y la mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios. Hombre y mujer los creó y les dijo: sean fecundos y multiplíquense (6). Continúa el libro del Génesis diciendo: “El Señor Dios se dijo: no está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle una ayuda adecuada…Por eso el hombre abandonará padre y madre, se junta a su mujer y se hacen una sola carne” (7). Participan de todos los atributos y propiedades de Dios de forma limitada. Aquí radica la grandeza y dignidad humana. Se convierten en colaboradores de Dios en su proyecto sobre la humanidad.

27. “Dios es amor” (8), nos ha creado por amor y nos llama a realizarnos en el amor (9). Sólo amando y siendo amados podemos existir como personas. “El amor es la vocación fundamental e innata de todo ser humano” (10).

28. Esta vocación se puede concretizar en el matrimonio o en la virginidad (11). Por tanto, “la sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan uno a otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal” (12).

29. Dios es el autor del matrimonio, éste no es hechura del Estado ni de la sociedad (13). La única forma de que sea fuente de realización humana y de felicidad es acogiendo el plan de Dios, viviendo en el amor como fuente de unidad y fidelidad. El amor matrimonial es el símbolo de la alianza de amor de Dios con su pueblo. Israel bebió el trago amargo de la infidelidad y falló en el pacto con Dios. Moisés tuvo que ceder ante la terquedad del pueblo y permitió el divorcio (14).

30. Jesucristo devolviendo al matrimonio su verdad original reafirma su unidad y su indisolubilidad. Además, entre bautizados lo eleva a la dignidad sacramental, y por tanto signo eficaz de la gracia y fuente de santidad (15).

31. En el plan de Dios el matrimonio es el fundamento de la comunidad familiar, está ordenado al amor de los esposos, fuente de su unidad indisoluble, a la procreación de los hijos y a su educación. El dato revelado en el Génesis es claro y firme. Está apoyado en la misma naturaleza humana.

32. La enseñanza del magisterio de la Iglesia es totalmente fiel al Plan de Dios revelado en su palabra y confiable para todos los miembros de la Iglesia y las personas de buena voluntad. Creemos firmemente que la fidelidad al plan de Dios es el único camino seguro para la realización y bienestar personal, familiar y social.

33. Los Papas y los Obispos junto con toda la Iglesia han asumido siempre la promoción, la defensa e importancia de la familia como núcleo vital de la sociedad. Lo podemos constatar a partir de sus grandes acontecimientos y documentos: El Concilio Ecuménico Vaticano II, el Sínodo de los Obispos, las últimas cuatro Conferencias Generales de los Obispos de América Latina y del Caribe, los Encuentros mundiales de las familias, los múltiples discursos de los Papas, y el Primer Concilio Plenario Dominicano.

IV. La fe en la Familia

34. La fe es un don, un regalo de Dios. Creemos no porque nosotros hayamos buscado a Dios, sino porque El tomó la iniciativa de salir al encuentro nuestro. El nos ha llamado. Nos ha invitado. Se ha ofrecido a nosotros. Nuestra función ha sido acogerlo, responder a su ofrecimiento. El canal por el que Dios nos ha regalado la gracia de aceptarlo y creer en El es la Iglesia. Creemos en el Dios que nos revela Jesús a través de su Cuerpo que es la Iglesia. Su enseñanza ha sido siempre fiel al transmitirnos la Palabra de Dios que nos
revela su verdad, su vida, el camino a seguir, su plan salvador. Por eso cada miembro de la Iglesia se siente seguro de escuchar y seguir su Magisterio viendo en ella “una madre que nos enseña a hablar el lenguaje de la fe” (16).

35. Bellamente nos dice el Papa Francisco en su Encíclica “La Luz de la Fe”: “Quien no quiere fiarse de Dios se ve obligado a escuchar las voces de tantos ídolos que le gritan: fíate de mí”. Y añade a continuación: “creer significa confiarse a su amor misericordioso, que siempre acoge y perdona, que sostiene y orienta la existencia, que se manifiesta poderoso en su capacidad de enderezar lo torcido de nuestra historia. La fe consiste en la disponibilidad para dejarse transformar una y otra vez por la llamada de Dios” (17). Para recordarnos a continuación que “la fe es un don gratuito de Dios que exige la humildad y el valor de fiarse y confiarse, para poder ver el camino luminoso del encuentro entre Dios y los hombres, la historia de salvación” (18).

36. Todo ámbito humano está llamado a ser iluminado por el Dios de la vida. El reino de Dios se hace presente e ilumina toda realidad humana. Cuando el ser humano en su soberbia y prepotencia se aparta de Dios, se vuelve contra sí mismo. Se destruye a sí mismo y la historia es testigo.

37. La familia es la primera comunidad humana revelada, querida e iluminada por Dios. Fiel siempre al autor de la vida, la familia se abandona y se deja guiar por El, quien le señala el camino a seguir y la dota de los medios necesarios. Como muy oportunamente nos recuerda el Papa Francisco: “El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los hombres es la familia. Pienso sobre todo en el matrimonio, como unión estable de un hombre y una mujer: nace de su amor, signo y presencia del amor de Dios, del reconocimiento y la aceptación de la bondad de la diferenciación sexual, que permite a los cónyuges unirse en una sola carne (cf. Gn 2,24) y ser capaces de engendrar una vida nueva, manifestación de la bondad del Creador, de su sabiduría y de su designio de amor. Fundados en este amor, hombre y mujer pueden prometerse amor mutuo con un gesto que compromete toda la vida y que recuerda tantos rasgos de la fe. Prometer un amor para siempre es posible cuando se descubre un plan que sobrepasa los propios proyectos, que nos sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada” (19).

38. La palabra de Dios nos revela que el fundamento indispensable de la familia es la unión estable y permanente de un varón y una mujer. En nuestra realidad, esta unión puede ser natural, civil o sacramental. Para los bautizados la unión auténtica es el matrimonio sacramental que hace a los esposos signo de la unión de Cristo con la Iglesia y les comunica la gracia para vivir fielmente su misión (20).

39. En el plan de Dios la unión de un varón y una mujer en matrimonio es para ser “dos en una sola carne”. Es una comunión profunda entre estas dos personas. Comunión que sólo se realiza en el amor, que une, y da permanencia al matrimonio. ¡Qué importante es educar desde la infancia en el amor! Los niños aprenden a amar recibiendo amor y viendo el trato amoroso de sus padres. Este aprendizaje desde la infancia marca toda la vida. La presencia de Dios que guía la familia será el ambiente propicio para educar en la fe, la esperanza y el amor. Como ya dijimos, muchas familias entre nosotros viven el don de la fe. Son fuente de vida y seguridad.

40. El valor de la fe infunde coraje en los momentos difíciles de la vida. Muchas familias llegan a experimentar situaciones fuertes: estrecheces económicas, conflictos familiares, enfermedades, muerte. La fuerza de la fe ilumina y da sentido al dolor. Y frente al embate del mal, infunde coraje y esperanza. Qué hermoso testimonio la valentía de la madre que comunica valor a sus siete hijos para afrontar la muerte apoyados en la esperanza de la vida eterna, antes que renegar de Dios y rendir culto a los ídolos, como cuenta el segundo libro de los Macabeos (21). Muchas madres en nuestra patria han salido adelante, exitosas con sus familias, iluminadas y sostenidas por la fuerza amorosa del Dios que nunca abandona.

41. La familia es imagen de Dios que “en su misterio más intimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor. Este amor, en la familia divina, es el Espíritu Santo” (22). Es una alianza de personas a la que se llega por vocación amorosa del Padre que invita a los esposos a una “íntima comunidad de vida y amor” (23), cuyo modelo es el amor de Cristo a su Iglesia. La ley del amor matrimonial es comunión y participación, no dominación. Es exclusiva, irrevocable y fecunda entrega a la persona amada sin perder la propia identidad. Un amor así entendido, en su rica realidad sacramental es más que un contrato; tiene las características de la Alianza (24).

42. El hombre y la mujer santificados por el sacramento del matrimonio se convierten en presencia pascual del Señor (25). La familia cristiana cultiva el espíritu de amor y de servicio. En la vida de la familia, la persona cultiva cuatro relaciones fundamentales: paternidad-maternidad, filiación, hermandad, nupcialidad. Estas mismas relaciones componen la vida de la Iglesia: experiencia de Dios como Padre, experiencia de Cristo como hermano, experiencia de hijos, experiencia de Cristo como esposo de la Iglesia. La vida en familia reproduce estas cuatro experiencias fundamentales y las vive en pequeño; son cuatro rostros del amor humano (26).

43. Cristo nació, creció y se dejó educar en el seno de la familia de Nazaret, modelo para toda familia cristiana. La lenta y gozosa educación representa siempre un sacrificio, recuerdo de la cruz redentora. Pero la felicidad íntima que comunica a los padres, recuerda también la resurrección.

44. El padre y la madre son en el hogar: maestros, evangelizadores, catequistas y los primeros ministros de la oración y del culto a Dios. De modo que “en la familia, la fe está presente en todas las etapas de la vida, comenzando por la infancia: los niños aprenden a fiarse del amor de sus padres. Por eso, es importante que los padres cultiven prácticas comunes de fe en la familia, que acompañen el crecimiento en la fe de los hijos. Sobre todo los jóvenes, que atraviesan una edad tan compleja, rica e importante para la fe, deben sentir la cercanía y la atención de la familia y de la comunidad eclesial en su camino de crecimiento en la fe” (27). Los hijos viven el proceso de Jesús en Nazaret: “crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres” (28). Aquí radica la vida y misión de la familia cristiana: ser una “Iglesia doméstica” (29).

45. Como pastores de nuestras Iglesias Particulares, invitamos a cada familia cristiana a fortalecer su ser y su misión en el ámbito de la sociedad y de la Iglesia (30).

V. Misión de la familia cristiana

46. Benedicto XVI afirmaba que “para poder comprender la misión de la familia en la comunidad cristiana y sus tareas de formación de la persona y transmisión de la fe, hemos de partir siempre del significado que el matrimonio y la familia tienen en el plan de Dios, Creador y Salvador” (31).

47. La misión se concretiza ante todo en formar hombres y mujeres que se sientan felices, con el desarrollo integral de sus facultades humanas, capaces de convivir, de compartir y de servir, no sujetos encerrados en sí mismos.

48. Siguiendo el plan de Dios Creador y Redentor, la familia cristiana descubre su identidad y su misión: custodiar, revelar y comunicar el amor y la vida, a través de cuatro cometidos fundamentales, como nos recuerda la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada aquí en Santo Domingo (32).

a) Es formadora de personas: la misión de la familia es vivir, crecer y perfeccionarse como comunidad de personas. Es el lugar privilegiado para la realización personal junto con los seres amados educando en los grandes valores humanos de la libertad, el amor, el diálogo, la justicia, la paz, la verdad. “La familia es escuela del más rico humanismo” (33).

b) Es “como santuario de la vida”, servidora y defensora de la vida, ya que el derecho a la vida es la base de todos los derechos humanos. “En el deber de transmitir la vida humana y educarla, que es su propia misión, los esposos saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y como sus intérpretes” (34). Por eso, la vida ya concebida ha de ser salvaguardada con extremados cuidados, como lo afirma muy bien nuestra Constitución: “El derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte” (35). El cometido fundamental de la familia es el servicio a la vida (36). El amor conyugal debe estar siempre abierto a una nueva vida (37).

c) Es célula primera y vital de la sociedad (38). Esta vivirá los valores aprendidos en el seno familiar. La sociedad civil y política dependerá del tipo de familias que la constituye. Incumbe al Estado proteger la vida familiar para tener paz, bienestar, sano desarrollo, equilibrio, justicia social, y promover “que no haya tanta familia mal constituida, rota, desunida, insuficientemente atendida” (39). La violencia e inseguridad social es la consecuencia natural del desequilibrio familiar.

d) Es “Iglesia doméstica” que acoge, vive, celebra y anuncia la Palabra de Dios, educa en la fe, edifica la santidad y desde donde la Iglesia y el mundo pueden ser santificados (40). Los primeros e insustituibles evangelizadores y catequistas de los hijos son sus padres, con el testimonio humano y cristiano, la comunicación en familia de la Palabra de Dios, la oración y la participación en los sacramentos los van educando lenta y progresivamente, incluyendo el compromiso apostólico y la vocación personal.

49. La familia se convierte en la primera e insustituible escuela. Los hijos aprenden de sus padres el valor de la escucha, la obediencia, la actitud del diálogo, del respeto, el amor indispensable para vivir, y otros tantos valores humanos. Al mismo tiempo aprenden a conocer, amar, servir a Dios Padre y dejarse conducir por el Espíritu Santo. Es la gran misión de educar integralmente a los hijos. En síntesis “el lugar donde se aprende a
convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos” (41).

50. De esta manera la familia prepara ciudadanos que aprendan a cuidar la naturaleza, los bienes comunitarios, los derechos de los demás, el cumplimiento de las leyes, la colaboración en el desarrollo social, la capacidad de servir y no ser servidos, la justicia social y la solidaridad, especialmente, con los más pobres. Jesucristo como Maestro y modelo en la familia es el camino a seguir. Padres, madres e hijos como discípulos suyos se dejan conducir por El. La familia cristiana vive así con gozo su fe y es fermento en la Iglesia y en la sociedad.

VI. Desafíos actuales de la familia

51. Los apóstoles, en particular Pedro y Pablo, enseñan, en sus cartas a las comunidades eclesiales, el comportamiento y las relaciones entre los miembros de la familia (42) . La familia cristiana en la República Dominicana enfrenta fuertes desafíos, reforzados por la globalización de las comunicaciones masivas, afectando la vida de fe y los valores que la sustentan.

52. La frecuencia de los divorcios y separaciones conyugales, siempre traumáticos para los hijos, debido a la inmadurez humana y afectiva de los jóvenes contrayentes, y la falta de preparación para el compromiso y responsabilidad matrimonial y familiar, es el principal desafío al que nos enfrentamos en la época actual.

53. Otro de los grandes desafíos de la familia cristiana es superar la deficiente evangelización y catequesis en los hogares. Como pastores nos sentimos hondamente interpelados en nuestra acción pastoral. Creemos que sólo los valores del Evangelio pueden salvar la familia. Sin Dios se destruye la familia. Si se destruye la familia, se destruye la sociedad. Sólo la familia auténticamente cristiana, que apoya su vivencia, sus valores y sus principios en la roca firme de la fe en Dios, puede transformar la sociedad.

54. Corresponde al Estado y a todas las instituciones de la sociedad ofrecer a las familias los medios adecuados para que pueda cumplir su rol fundamental a favor de la misma sociedad; propiciar un ambiente moral generalizado que facilite a los padres educar en valores a los hijos e incrementar la posibilidad de fuentes de trabajo honesto y bien remunerado para que el hogar pueda cumplir su cometido (43).

55. Debe continuarse el esfuerzo por el fortalecimiento de la educación escolar pues contribuye al bienestar y a la misión de la familia, afianzando los valores iniciados en el hogar, ya que no sólo los padres son los responsables de la educación de los hijos.

56. Otro desafío importante es una educación sexual realizada con seriedad, ajustada a la moral y a la verdad; respetando la edad y las etapas del desarrollo del ser humano e impartida por personas capaces y maduras (44).

VII. La Pastoral Familiar

57. La Pastoral Familiar siempre ha sido una prioridad. La atención a la familia ha sido una necesidad fuertemente sentida. En nuestros tres planes pastorales ocupa un lugar destacado y el Primer Concilio Plenario Dominicano subraya su prioridad y centralidad (45).

58. Disponemos de una sólida organización: Comisión Nacional para promover la vida y la familia. En cada Diócesis una Comisión Diocesana, y en cada parroquia un equipo parroquial para acompañar, ayudar y evangelizar en el seno de las familias. Esta organización manifiesta el lugar preponderante que ocupa la familia en la vida pastoral (46). En la evaluación anual del plan pastoral es unánime la reflexión sobre la situación de la familia. Un componente de nuestro tercer plan de pastoral es la acción mensual en la familia y una carta del Párroco.

59. Cada año, el mes de noviembre está dedicado a reflexionar, celebrar convivencias, orar por la familia. Ya comienza a hacerse tradición la caminata “un paso por mi familia” que organiza la Comisión Nacional de Pastoral Familiar. Varios movimientos tienen como objetivo el servicio a las familias y el rescate de los auténticos valores familiares. Reconocemos que todo este esfuerzo es laudable. Pero, debemos intensificar más esta pastoral en todos los niveles. A través del trabajo social fortalecer nuestro servicio para apoyar a las familias más pobres a superar su condición y que puedan disponer de los medios para su misión.

60. Parte importante es la preparación de los jóvenes al matrimonio. Corresponde en primer lugar a los padres educar en el amor y en los valores que sustentan la futura vida matrimonial, acompañados e iluminados por la comunidad eclesial. Esta preparación debe ser remota, que se da en el hogar desde la niñez hasta la juventud; próxima, la que se imparte a los novios; e inmediata, para la recepción del sacramento (47).

61. Los agentes de Pastoral Familiar no escatimarán esfuerzos para fortalecer los servicios de acompañamiento, orientación, diálogos, dirección espiritual, organización de talleres, retiros, convivencias, cursos para dirigentes.

62. Reiteramos, de manera concreta, que “los movimientos especialmente dedicados a la paternidad responsable tienen la obligación de promover y ofrecer servicios de regulación de nacimiento con métodos naturales en cada diócesis: cursos, charlas, consultas, orientaciones a jóvenes y a parejas en edad fértil. Todos estos servicios también se ofrecerán a los profesionales cristianos de la salud, para que tomen conciencia de las razones éticas y científicas de la formación y educación familiar” (48).

63. Frente a los problemas que golpean a la familia, con nuestros agentes de pastoral seguiremos ofreciendo “una acción generosa e incisiva para dar respuesta a la gravedad de las familias en casos difíciles y en situaciones irregulares, haciendo énfasis en: madres solteras, tercera edad, niños abandonados y minusválidos, enfermos de sida, adictos a las drogas, familias sin casas, familias inmigrantes” (49).

VIII. Conclusión y Convocatoria

64. La reciente convocatoria del Papa Francisco a un Sínodo extraordinario sobre los desafíos a la familia, nos estimula a redoblar nuestros esfuerzos pastorales para enfrentar las nuevas situaciones que afectan a las familias humanas y cristianas. Convocamos a nuestras Iglesias diocesanas a priorizar en la programación pastoral, la evangelización directa en las familias.

65. Invitamos a los agentes de Pastoral Social a coordinarse con la Pastoral Familiar para implementar e impulsar servicios sociales que mitiguen la pobreza y las fuertes necesidades materiales de familias golpeadas por la falta de trabajo digno.

66. Solicitamos a nuestras Universidades Católicas, Seminarios y otros centros educativos apoyar y facilitar la formación de agentes especializados que puedan contribuir directamente a orientar y guiar las familias y colaborar en la solución de conflictos familiares y matrimoniales.

67. Es importante recordar el deber del Estado en la protección y defensa de la familia como fundamento del bienestar, el desarrollo y la paz en la sociedad. No toda propuesta con etiqueta de modernismo favorece la vida humana. Grandes imperios se han desmoronado a lo largo de la historia cuando sus gobernantes han complacido a los pueblos en su sed de placeres. Hay propuestas que pueden dañar. La ética y la moral no se pueden perder de vista. El legislador no está para complacer intereses, sino para promover el Bien Común.

68. Estimulamos a las familias evangelizadas a seguir creciendo en su vivencia como discípulos de Jesús y tener como modelo la familia de Nazaret, siendo testimonio transparente de la realización del plan originario de Dios. Cultiven en familia la escucha de la palabra de Dios, la oración, la práctica de la lectio divina, la participación en la Eucaristía, y el diálogo abierto, ayudándose unos a otros, con una cierta revisión de vida y el trabajo apostólico y social.

69. Agradecemos a los agentes de Pastoral Familiar y movimientos en pro de las familias, sus desvelos y servicio permanente a favor del núcleo básico de la Iglesia y la sociedad. Les animamos a no desmayar. Sigamos sembrando, la semilla dará su fruto. El Padre de la gran familia abonará la tierra y dará el crecimiento.

70. Por último, como indica nuestro lema del año, “Dialogando en la verdad, renovemos la sociedad”, en sintonía con nuestro Plan Nacional de Pastoral, invitamos a todas las familias dominicanas a fomentar el valor del diálogo, de modo que haciendo uso de éste, crezca en todos los hogares un clima de entendimiento, comprensión, tolerancia y paz.

71. Ponemos nuestras familias bajo el manto protector de Nuestra Señora de la Altagracia, pidiéndole su intercesión como lo hizo en las bodas en Caná de Galilea.

Santo Domingo, 21 de enero del 2014, Fiesta de Nuestra Señora de La Altagracia.

1 Francisco, Carta Encíclica Lumen fidei, n. 52.
2 Cfr. Conferencia del Episcopado Dominicano, Carta Pastoral Consolidemos la Familia, 21 enero 1994.
3 Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, n. 66.
4 Juan Pablo II, Homilía en Puebla de Los Ángeles, México, domingo 28 de enero de 1979.
5 Pontificio Consejo para la Familia, Sexualidad Humana: Verdad y Significado. Orientaciones educativas en familia, (1995), n. 1.
6 Cf. Gen 1,26-28.
7 Gen 2,18.24.
8 1Jn 4,8.
9 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1604.
10 Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio, n. 11.
11 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1620.
12 Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio, n. 11.
13 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1603.
14 Cfr. Dt 24,1; Mt 19,8; Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1610.
15 Cfr. Código de Derecho Canónico, cc. 1055, § 1; 1056; Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1601.
16 Francisco, Carta Encíclica Lumen fidei, n. 38.
17 Ídem, n. 13.
18 Ídem, n. 14.
19 Ídem, n. 52.
20 Ef 5,31-32; Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1616.
21 2Mac 7,1-42.
22 Juan Pablo II, Homilía en Puebla de Los Ángeles, México, domingo 28 de enero de 1979.
23 Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, n. 48.
24 Ídem.
25 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1617.
26 Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, n. 49.
27 Francisco, Carta Encíclica Lumen fidei, n. 53.
28 Lc 2,52.
29 Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, n. 11, Decr. Apostolicam actuositatem, n. 11.
30 V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida (29 junio 2007), n. 432.
31 Benedicto XVI, Apertura de la Asamblea Eclesial de la Diócesis de Roma, 6 junio 2005.
32 IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (10 noviembre 1992), Documento de Santo
Domingo, n. 210.
33 Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, n. 52.
34 Ídem, n. 50.
35 Constitución Política de la República Dominicana, 2010, art. 39.
36 Cfr. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio, n. 28, Carta Encíclica Centesimus annus, n. 39; Carta
Encíclica Evangelium vitae, n. 79.
37 Cfr. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio, n. 29.
38 Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, n. 52.
39 Juan Pablo II, Homilía en la Plaza de la Independencia, Santo Domingo, jueves 25 de enero de 1979, n. 3.
40 Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio, n. 55.
41 Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, n. 66.
42 1Pe 3,1-7; Ef 5,22-6,4.
43 Cfr. Pontificio Consejo para la Familia, Familia y Derechos Humanos, (1999), n. 25-27.
44 Cfr. Pontificio Consejo para la Familia, Sexualidad Humana: Verdad y Significado. Orientaciones educativas en familia,
(1995), n. 1.
45 Cfr. Conferencia del Episcopado Dominicano, I Concilio Plenario Dominicano, Documento Final, n. 994-1064.
46 Ídem., n. 1037.
47 Ídem, n. 1039-1040.
48 Ídem, n. 1042.
49 Ídem, n. 1047.