¿Quién es el sabio capaz de entender estas cosas?

(Texto de Balduino de Cantorbery)

El Señor plantó una viña. ¿De qué viña se trata? La viña del Señor de los ejércitos —dice Isaías— es la casa de Israel. Como difiere la viña de la viña, así también el vino difiere del vino. La viña del Señor se distingue de la viña ajena. Esta representa a la gentilidad alejada del culto de Dios y entregada a la idolatría. La sinagoga, en cambio, que tiene la dicha de pertenecer a la viña del Señor por haber sido plantada y cultivada por él, por parte de los justos, es la viña del Señor, pero por parte de los malos y de los infieles se convirtió en espino, cepa borde. Porque son una generación depravada, unos hijos desleales. Esta viña dio como fruto la impiedad en vez de la fe, la desesperanza en vez de la esperanza, la envidia o el odio en vez del amor. Cual es la viña, tal es el vino.

Por lo que a la sinagoga fiel se refiere, que agradó a Dios por la obediencia, fue cual plantel preferido y como viña escogida, ya que Dios se deleitó en la obediencia de los antiguos justos acogidos a los preceptos, juicios, promesas y sacramentos legales.

Esta obediencia tuvo un límite: la pasión de Cristo. Le sucedió una nueva obediencia y una nueva justicia, destinada a agradar más a Dios en fuerza de su mayor perfección. Por eso dice ahora el Señor: No beberé más del fruto de la vid, etc. Que es como si dijera: No me deleitaré más en una obediencia como la que existió hasta el momento bajo el régimen de la ley. Está para amanecer el día —esto es, el tiempo de gracia— en que se disipará la sombra, se incrementará la religión en virtud de las nuevas promesas y bajo el régimen de nuevos preceptos y nuevos sacramentos, y la obediencia alcanzará la perfección a impulsos del ejemplo de mi humildad: en esta obediencia disfrutaré más con vosotros en el reino de mi Padre, esto es, en la Iglesia.

El perfecto cumplimiento de la ley es la obediencia hasta la muerte. Esta es la caridad perfecta, éste es el fin de la justicia y de toda perfección. Esta obediencia estuvo compendiada, durante la ley, en aquel primero y máximo mandamiento: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Estaba también compendiada en los sacrificios y veladamente insinuada en la muerte de las víctimas. Ahora, en cambio, ha sido manifestada en el ejemplo de la muerte de Cristo e impuesta a los que desean vivir en la imitación y el amor de Cristo. Esta obediencia es la copa de la salvación, el cáliz de la pasión de Cristo.

Este es el vino nuevo del que dice el Señor: No beberé más del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre. Y ¿qué es beber ese vino nuevo, sino padecer con amor de la obediencia? ¿Qué significa: hasta que lo beba con vosotros, sino que también vosotros padeceréis conmigo por amor de la obediencia? ¿Qué quiere decir: lo beba, pero nuevo, sino que era una novedad beber el cáliz de la pasión en vez de beber el fruto de la vid? Era asimismo una novedad el que en lugar del cordero fuera inmolado un hombre. Beba con vosotros el vino nuevo, porque me deleitaré en la novedad de este cáliz, y vosotros os deleitaréis conmigo, porque vuestra alma estará inundada de alegría.

Ahora bien, la obediencia hasta la muerte no ha de entenderse únicamente de la muerte de la carne, sino, en cierto sentido, de toda perfecta mortificación y maceración del cuerpo, y, sobre todo, de toda perfecta abdicación de la propia voluntad. Quien en la alegría del alma y en la dulzura de la caridad, posponiendo la propia voluntad antepone la voluntad del hermano mediante un juicio de valor, éste da la vida por el hermano. La obediencia hasta la muerte es consustancial a cualquier tipo de martirio, tanto si la que nos mata es la espada del perseguidor, como si es la espada del espíritu, que es toda palabra de Dios.