La salvación del mundo ha sido distribuida y ordenada en una escalonada serie de tiempos

(Texto de Balduino de Cantorbery)

El alimento de Cristo es la salvación del mundo. De ella tiene hambre, de ella tiene sed, pues es también su bebida. ¿Quién puede tener agua, si él no se la da? O ¿quién puede ser salvo, sino aquel a quien él salvare?

Pues bien, la salvación del mundo, de la que él está sediento, es él quien asimismo la lleva a cabo y esto mediante obras sucesivas que pertenecen unas a la preparación, otras a la reparación y otras finalmente a la suprema consumación. A la etapa preparatoria pertenecen todas aquellas cosas que ha realizado en sus elegidos desde el comienzo del mundo hasta el tiempo de su venida, como anticipo de la futura reparación. A la etapa de la reparación pertenecen todas aquellas cosas buenas que el Cristo encarnado realizó, o las duras que hubo de padecer hasta el momento de su pasión y resurrección. Finalmente, a la etapa de la consumación pertenece toda la gloria de la resurrección. De ella afirma el mismo Jesús: Hoy y mañana seguiré curando, pasado mañana llego a mi término.

La salvación del mundo ha sido distribuida y ordenada en una escalonada serie de tiempos: preparación, realización, consecución; o si se prefiere: la figura, la gracia, la gloria. En primer lugar, Dios Padre mandó la salvación a Jacob con la promesa de un salvador. En segundo lugar dio la salvación a los reyes, es decir, a todos los justos, a la llegada del Salvador. Y, finalmente, consumó el negocio de la salvación mediante la resurrección del Salvador, dando una gran victoria a su rey, teniendo misericordia de su ungido, de David y su linaje por siempre.

Esta obra de nuestra salvación Cristo la llevó a cabo comenzando desde los tiempos remotos. Toda la economía de las cosas y de los tiempos estaba dirigida, bajo su control, a este fin; y él, que es el autor de todas las cosas, se deleitó en todo cuanto conducía a este objetivo, que, en último término, era su propia gloria. Como está escrito: Renovarás la faz de la tierra: Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. Y no sólo se deleitó en las cosas que hizo antes de su venida o en su misma venida, sino que al venir a este mundo aceptó gozoso el flagelo de nuestra iniquidad. ¿Debo decir gozoso o triste? Para ser más exacto, diré ambas cosas. Pues de él se escribió: Contento como un héroe, a recorrer su camino. Y él mismo dijo: Me muero de tristeza.

No sólo experimentó el dolor de la carne en la amargura de los tormentos y en la dura y laboriosa vida que asumió por nosotros, sino que sintió en el alma una auténtica tristeza, que sin embargo aceptó gustosamente. Pues él que estaba instalado en la alegría, quiso experimentar una verdadera tristeza que no estaba desprovista de gozo, porque era precisamente ella la motivación del gozo. Por eso dice: He deseado enormemente comer esta comida pascual. La obra de nuestra salvación, realizada según el programa previsto, es la voluntad del Padre; es el alimento de Cristo; es de lo que tiene hambre; es de lo que dice en la cruz: Tengo sed; ésta es la bebida medicinal; éste es el vino de la alegría; éste es el fruto de la verdadera vid, es decir, del mismo Cristo, que dice: Yo soy la verdadera vid.