El denario es la vida eterna

(De los sermones de san Agustín, obispo)

Acabáis de escuchar la parábola evangélica de los jornaleros de la viña, que encaja perfectamente con la presente estación. Pues nos hallamos ahora en la época de la vendimia material. Y digo material, porque existe una vendimia espiritual, en la que Dios se goza con los frutos de su viña. El reino de los cielos se parece a un propietario que salió a contratar jornaleros para su viña.

Y ¿qué significa el gesto ése de pagar el jornal empezando por los últimos? ¿No leemos en otro pasaje del evangelio que todos recibirán simultáneamente la recompensa? Leemos efectivamente en otro texto del evangelio que el rey dirá a los de su derecha: Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Si, pues, todos han de recibir el denario a la vez, ¿cómo entender lo que aquí se dice sobre que primero recibirán el jornal los contratados al atardecer, y, por último, los del amanecer? Si consigo explicarme de modo que logréis entenderlo, loado sea Dios. Pues a él debéis agradecerle cuanto se os da por mi mano: porque lo que yo os doy no os lo doy de mi cosecha.

Si preguntas, por ejemplo, quién de los dos jornaleros recibió primero la paga: el que la recibió después de una hora de trabajo o el que la recibió después de una jornada laboral de doce horas, todo el mundo responderá que quien la recibió al cabo de tan sólo una hora, la recibió antes que quien la recibió después de doce horas. Así pues, aunque todos cobraron al mismo tiempo, sin embargo, como unos recibieron el jornal al cabo de una hora y los otros después de doce horas, se dice que aquéllos lo recibieron primero, puesto que lo recibieron en breve espacio de tiempo.

Los primeros justos —Abel, Noé—, que son como los llamados a primera hora, recibirán al mismo tiempo que nosotros la felicidad de la resurrección. Posteriormente, otros justos después de ellos —tales como Abrahán, Isaac, Jacob y sus contemporáneos—, llamados a media mañana, recibirán al mismo tiempo que nosotros la felicidad de la resurrección. Otros justos: Moisés, Aarón y los que como ellos fueron llamados al mediodía, recibirán al mismo tiempo que nosotros la felicidad de la resurrección. Después de ellos, los santos profetas, llamados como al caer la tarde, recibirán al mismo tiempo que nosotros la felicidad de la resurrección. Al fin del mundo, todos los cristianos, cual los llamados a la hora undécima, recibirán junto con ellos la felicidad de la resurrección. Todos la recibirán al mismo tiempo, pero fijaos después de cuánto tiempo la recibirán los primeros. Por tanto, si los primeros llamados reciben la felicidad después de tanto tiempo, mientras que nosotros la recibimos después de un breve intervalo, aunque todos la recibamos simultáneamente, parece como si nosotros la recibiéramos primero, por aquello de que nuestro galardón no se hará esperar.

En cuanto a la retribución, todos seremos iguales: los últimos igual que los primeros, y los primeros igual que los últimos, pues aquel denario es la vida eterna, y en la vida eterna todos serán iguales. Y aunque según la diversidad de méritos, diversamente resplandecerán, en lo que atañe a la vida eterna, será igual para todos. Lo que para todos es eterno, mal podría ser para unos más largo y más corto para otros: lo que no tiene fin, no lo tendrá ni para ti ni para mí. Diferentemente brillarán allí la castidad conyugal y la integridad virginal; uno será el fruto de las buenas obras y otra la corona del martirio; pero en lo que a vivir eternamente se refiere, ni éste vivirá más que aquél, ni aquél más que éste. Todos vivirán una vida sin fin, si bien cada cual con su brillo y aureola peculiar. Y aquel denario es la vida eterna.