(Lucas 20,36: Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección)
en una vida inmortal,
después de resucitar
en los celestiales cuerpos.
En un mar de amor inmersos
por toda la eternidad,
a la Santa Trinidad,
Dios Padre, su Hijo el Cordero,
y el Espíritu de ellos,
en un continuo alabar.
Será el gozo sin cesar,
ya sin que exista el tiempo:
a Dios, dándole sus siervos
gloria en unanimidad.