¡Oh mente!

(Salmo 42,6: ¿Por qué te deprimes, alma mía? ¿Por qué te inquietas? Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias, a él, que es mi salvador y mi Dios)
¡Oh mente!, ¿por qué tan quieta?
¿Ánima por qué has caído?
Parece hasta que se han ido,
quedando sólo la grieta.
Pez, no veo ninguna aleta;
avecilla, ¿y tus alas?,
¿por qué ahora te acorralas?
Señor, la mar sin una ola
es apagada farola;
¡qué pase este día de malas!

Amén.