Hambre de oír la palabra del Señor

(De las homilías de Orígenes, presbítero, sobre el libro del Génesis)

Mirad que llegan días —oráculo del Señor— en que enviaré hambre al país; no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra del Señor. ¿Ves qué clase de hambre es la que atenaza a los pecadores? ¿Ves cuál es el hambre que se abatirá sobre el país? El hombre terreno aspira a cosas terrenas y no es capaz de percibir lo que es propio del Espíritu de Dios, padece hambre de la palabra de Dios, no escucha los preceptos de la ley, desconoce la corrección de los profetas, ignora los consuelos apostólicos, no reacciona a la medicación del evangelio.

En cambio, para los justos y para los que meditan su ley día y noche, la sabiduría ha puesto su mesa, ha matado sus reses, ha mezclado su vino en la copa y lo anuncia a grandes voces, no para que acudan todos, no para que vengan a su banquete los opulentos, los ricos o los sabios de este mundo, sino para que vengan —si los hay— los inexpertos, es decir, si hay alguno que sea humilde de corazón, que en otro lugar se los denomina «pobres en el espíritu» pero ricos en la fe: éstos sí, éstos que acudan al banquete de la sabiduría y, saciados de sus manjares, conjuren el hambre que se abate sobre el país. Y tú, cuidado, no te vayan a tomar por un egipcio y te mueras de hambre; no sea que enfrascado en los negocios de este mundo, te alejes de los manjares de la sabiduría que a diario se ofrecen en las iglesias de Dios.

Porque si te haces el sordo a lo que se lee o comenta en la iglesia, es inevitable que padezcas hambre de la palabra de Dios. En cambio, si desciendes de la estirpe de Abrahán y conservas la nobleza de la raza de Israel, continuamente te alimenta la ley, te nutren los profetas y hasta los apóstoles te ofrecen opulentos banquetes. Los mismos evangelios te invitarán a sentarte con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino del Padre, para que allí comas del árbol de la vida y bebas el vino de la vid verdadera, el vino nuevo, en compañía de Cristo en el reino de su Padre. Pues de estos manjares no pueden ayunar ni padecer hambre los amigos del novio, mientras el novio está con ellos.