Sáname a mi también

(Juan 4,48: Jesús le dijo: «Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen»)
Sáname a mi también;
más que nada, mi fe;
¿tentarte? ¡no soy quien!
¿Personal interés?
¡que no ate mi creer
a que me hagas un bien!
y aunque parezca un revés,
Señor, yo diga: ¡amén!

Amén.