Esta cruz no es cruz de sólo cuarenta días, sino de toda la vida

(De los sermones de san Agustín, obispo)

Comenzamos hoy la observancia cuaresmal nuevamente presentada con rito solemne, con cuya ocasión también a vosotros se os debe una solemne exhortación por parte nuestra, a fin de que la palabra de Dios presentada por nuestro ministerio nutra el corazón de quienes ayunan en el cuerpo. De esta suerte el hombre interior, alimentado con su manjar especial, podrá llevar a término la maceración del hombre exterior y soportarlo con mayor entereza. Pues es muy conveniente a nuestra devoción que, quienes nos disponemos a celebrar la pasión del Señor crucificado ya próxima, nos fabriquemos nosotros mismos la cruz de la represión de los placeres carnales, como dice el Apóstol: Los que son de Cristo Jesús han crucificado su carne con sus pasiones y deseos. De esta cruz debe continuamente pender el cristiano durante toda esta vida que discurre en medio de tentaciones. No es este tiempo de arrancar clavos, de los que se dice en el salmo: Traspasa mis carnes con los clavos de tu temor. Las carnes son las concupiscencias carnales; los clavos, los preceptos de la justicia: con estos clavos nos tras pasa el temor de Dios, por cuanto nos crucifica como víctima aceptable para él. Por eso nuevamente dice el Apóstol: Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios. Es, pues, aquella cruz de la que el siervo de Dios no se avergüenza, sino que más bien se gloría de ella diciendo: Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en el cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo.

Esta cruz, no es cruz de sólo cuarenta días, sino de toda la vida. Por eso, Moisés, Elías y el mismo Señor ayunaron cuarenta días, para insinuarnos en Moisés, en Elías y en el mismo Señor, esto es, en la ley, en los profetas y en el mismo evangelio, que se nos iba a tratar de igual modo, para que no nos ajustemos ni nos apeguemos a este mundo, sino que crucifiquemos al hombre viejo.

Vive siempre así, oh cristiano: si no quieres que tus pies se hundan en el fango, no bajes de la cruz. Y si esto hemos de hacerlo durante toda la vida, ¿cuánto más durante estos días de Cuaresma, en los cuales no sólo se vive, sino que además, está simbolizada la presente vida?