(De las homilías de Orígenes, presbítero)
Veamos qué es lo que a continuación se le ordena a Moisés y qué ruta se le manda elegir. Se le ordena, en efecto: Di a los israelitas que se vuelvan y acampen en Fehirot, entre Migdal y el mar, frente a Baal Safón.
Tú quizá te imaginabas que el camino indicado por Dios era un camino llano y cómodo, sin ningún tipo de dificultad o esfuerzo. No, es una ascensión y una ascensión tortuosa. El camino que conduce a la virtud no es un descenso: se asciende y se asciende escarpadamente, trabajosamente.
Escucha también lo que dice el Señor en el evangelio: ¡Qué angosta es la puerta y qué estrecho el callejón que llevan a la vida! Fíjate hasta qué punto el evangelio concuerda con la ley. En la ley, el camino de la virtud se presenta como una subida tortuosa; en los evangelios se dice que el camino que conduce a la vida es angosto y estrecho. ¿No es verdad que hasta los mismos ciegos pueden claramente ver aquí que la ley y los evangelios han sido escritos por un solo y mismo Espíritu? Así pues, el camino que toman es una ascensión tortuosa; es, además, la ascensión a una cima o que conduce a una cima. La ascensión se refiere a la acción, la cima a la fe. De esta forma nos enseña que tanto en la acción como en la fe hay gran dificultad y mucho trabajo. En efecto, nos asaltan multitud de tentaciones y hallamos mil tropiezos en la vida de la fe, cuando nos proponemos vivir según Dios.
Viendo esto el Faraón, escucha lo que dice: «éstos están copados». Para el Faraón, yerran los que siguen a Dios, pues el camino de la sabiduría es un camino tortuoso, tiene muchas curvas, infinitas dificultades, innumerables desniveles.
Finalmente, cuando confiesas que hay un solo Dios, afirmando al mismo tiempo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo Dios, ¡qué tortuoso, difícil e intrincado debe parecer esto a los no creyentes! Y cuando seguidamente proclamas que el Señor de la majestad ha sido crucificado y que el Hijo del hombre ha bajado del cielo, ¡qué tortuosas y difíciles deben parecer tales afirmaciones! El que oye esto, si no lo oye con fe, dice que los justos yerran. Pero tú has de permanecer inconmovible y no poner en duda esta fe, en la certeza de que es Dios quien te muestra este camino de fe. Que no se andan los caminos de la vida sin sentir las marejadas de las tentaciones. Nos lo asegura el Apóstol cuando afirma: Todo el que se proponga vivir como buen cristiano será perseguido. Pues para quien va en busca de la vida perfecta, es preferible morir en ruta, que no ponerse siquiera en camino en busca de la perfección.
Veamos qué es lo que a continuación se le ordena a Moisés y qué ruta se le manda elegir. Se le ordena, en efecto: Di a los israelitas que se vuelvan y acampen en Fehirot, entre Migdal y el mar, frente a Baal Safón.
Tú quizá te imaginabas que el camino indicado por Dios era un camino llano y cómodo, sin ningún tipo de dificultad o esfuerzo. No, es una ascensión y una ascensión tortuosa. El camino que conduce a la virtud no es un descenso: se asciende y se asciende escarpadamente, trabajosamente.
Escucha también lo que dice el Señor en el evangelio: ¡Qué angosta es la puerta y qué estrecho el callejón que llevan a la vida! Fíjate hasta qué punto el evangelio concuerda con la ley. En la ley, el camino de la virtud se presenta como una subida tortuosa; en los evangelios se dice que el camino que conduce a la vida es angosto y estrecho. ¿No es verdad que hasta los mismos ciegos pueden claramente ver aquí que la ley y los evangelios han sido escritos por un solo y mismo Espíritu? Así pues, el camino que toman es una ascensión tortuosa; es, además, la ascensión a una cima o que conduce a una cima. La ascensión se refiere a la acción, la cima a la fe. De esta forma nos enseña que tanto en la acción como en la fe hay gran dificultad y mucho trabajo. En efecto, nos asaltan multitud de tentaciones y hallamos mil tropiezos en la vida de la fe, cuando nos proponemos vivir según Dios.
Viendo esto el Faraón, escucha lo que dice: «éstos están copados». Para el Faraón, yerran los que siguen a Dios, pues el camino de la sabiduría es un camino tortuoso, tiene muchas curvas, infinitas dificultades, innumerables desniveles.
Finalmente, cuando confiesas que hay un solo Dios, afirmando al mismo tiempo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo Dios, ¡qué tortuoso, difícil e intrincado debe parecer esto a los no creyentes! Y cuando seguidamente proclamas que el Señor de la majestad ha sido crucificado y que el Hijo del hombre ha bajado del cielo, ¡qué tortuosas y difíciles deben parecer tales afirmaciones! El que oye esto, si no lo oye con fe, dice que los justos yerran. Pero tú has de permanecer inconmovible y no poner en duda esta fe, en la certeza de que es Dios quien te muestra este camino de fe. Que no se andan los caminos de la vida sin sentir las marejadas de las tentaciones. Nos lo asegura el Apóstol cuando afirma: Todo el que se proponga vivir como buen cristiano será perseguido. Pues para quien va en busca de la vida perfecta, es preferible morir en ruta, que no ponerse siquiera en camino en busca de la perfección.