Aunque te aguardan espinas

(Lucas 9,51: Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén)
Aunque te aguardan espinas
y no un racimo de rosas,
al momento de tu hora
ávidamente caminas.

No habrá nada que lo impida,
es el Padre que convoca;
si Samaria no te aloja,
con el Cielo te cobijas.